Sobre la esperanza

Algunos sostienen que la esperanza es un ave viajera que nadie ha visto. En esta afirmación no hay dudas ni ambigüedad. Pero, si entendemos por esperanza el convencimiento de que seremos recompensados en función del esfuerzo que realizamos, haremos muy bien en alimentar aquellas expectativas que la mantienen en pie.

La esperanza, como su nombre indica, es una forma de esperar, se trata de una espera controlada; sin zozobras en el corazón ni angustias en el alma.

Después, tendríamos que separar por grados el significado de este concepto. Porque, también en la esperanza, hay diferencias que es conveniente determinar.

La esperanza, muestra perfiles muy diferentes en función de los motivos con que aflora en el ámbito personal. No es lo mismo tener esperanzas cuando se ha trabajado escrupulosamente en un proyecto, que cuando desertamos del esfuerzo y la dedicación.

Aunque parte nuestras esperanzas residen en el futuro más próximo, muchas de ellas no se cumplen; se pierden en el feudo de las hipótesis sin posibilidades de recuperación.

Aún así, no dudamos que la esperanza es la antesala de todos nuestros éxitos. Nadie edifica su empresa sin la esperanza de conseguir resultados. A tal punto llegan las expectativas que despierta esta palabra que, incluso aquellos que no la pronuncia, buscan otros vocablos para definirla. También la llaman: cumplimiento de objetivos, confianza en los resultados, perspectiva segura de ganancia etc.

La esperanza, por tanto, no es una invocación a la suerte. Cierto que es una forma de espera, pero ninguno esperamos más allá de lo razonable, en función del esfuerzo y dedicación aplicados a nuestras empresas. Todos trabajamos para alcanzar el éxito. De manera que, nuestra mayor esperanza, nace de nuestro mayor esfuerzo.

Pero que nadie se engañe. Aunque se trata de un ave viajera que surca los vientos de las hipótesis, no es difícil canalizar su trayectoria, a través del esfuerzo continuado que lleva a la obra bien hecha.

Por tanto, cuando decimos: tengo la esperanza de que mi sueño se cumpla, ese sueño, no procede de estadios oníricos extraídos de mundos de ilusión. Se tiene esperanza porque se ha enterrado la semilla, de otra forma, esa esperanza se perderá definitivamente.