Hace unos días falleció nuestro paisano José María Martín Patino, Jesuita, Lumbralense universal y una de las mentes más lúcidas que ha tenido este país en el último siglo, que jugó un papel esencial en la transición política siendo secretario particular del Cardenal Tarancón (figura clave de una Iglesia más próxima al pueblo llano que a la oficial de los oropeles del Vaticano, aunque en aquél momento, la Iglesia era más aperturista, -fruto del Concilio Vaticano II, con Pablo VI como Papa-, que lo fue posteriormente con Juan Pablo II y Benedicto XVI).
Su talante conciliador, su prudencia y su espíritu dialogante, además de su excelente formación humanista, le convirtieron en la bisagra necesaria que permitió abrir la puerta que nos condujo a la convivencia pacífica entre todos los españoles, con independencia de las convicciones religiosas, filosóficas, ideológicas o políticas que tuvieran. Estos excepcionales rasgos humanos y profesionales le sirvieron también para ser el representante del gobierno de Felipe González en las reuniones para la paz con los jefes de la banda terrorista ETA, en los años ochenta. Algunos tuvimos la suerte de escucharle directamente, varios años después, cómo fueron las peripecias que experimentó en esa delicada misión.
Siempre se mostró partidario de la separación entre Iglesia y Estado y fue muy crítico con los sectores integristas de la Iglesia Católica que salían a manifestarse en contra de las leyes civiles que aprobó el gobierno de Zapatero (como la ley de matrimonio homosexual o la implantación de la asignatura de Educación para la Ciudadanía). En su artículo "Respetar la laicidad" (El País, 16-02-2004) decía que "una de las notas más características de la identidad europea radica en la neta separación entre la acción política y la religión. La laicidad europea hunde sus raíces en la tradición cristiana". En el titulado "Entre la laicidad y el laicismo" (El País, 05-11-2004) manifestaba que "me parece injusto y desproporcionado lo que he leído u oído estas semanas en los púlpitos mediáticos, ante las leyes anunciadas por el gobierno. No es cierto ni justo hablar de Cristofobia ni de Nacional-laicismo ni dar por supuesto que se pretende destruir la Iglesia".
Su vocación por el servicio público y por el bienestar de la colectividad le llevó a crear la Fundación "Encuentro", que presidió hasta su muerte y que tenía por finalidad el estudio y diagnóstico de distintas problemáticas sociales a las que había que dar solución, utilizando los instrumentos de la tolerancia y la solidaridad. Y una de las actuaciones de esta Fundación tuvo lugar en los pueblos de la Raya (de las Arribes del Duero) realizando estudios de viabilidad empresarial para impulsar el desarrollo económico sostenible de una zona en la que el tejido productivo y la población están cayendo de forma alarmante por la desidia de nuestros gobernantes. También se crearon por la Fundación salas de ordenadores para el acceso público en muchos de estos municipios a través de la red de centros de Cooperación al Desarrollo Local (CODEL).
Conocerle y haber tenido la ocasión de discutir y reflexionar con él sobre diversos temas, ha sido una experiencia humana e intelectual tremendamente gratificante. Aún recuerdo, siendo alcalde de Mieza, aquéllas dilatadas reuniones de representantes de municipios de Las Arribes del Duero en las que trasmitíamos a José María y al resto de miembros de la Directiva de la Fundación Encuentro, todos y cada uno de los problemas que tenían nuestros pueblos (despoblación, precariedad de las infraestructuras viarias, sanitarias y educativas, deficiencias del transporte para la comunicación entre los municipios, insuficiente cobertura de la telefonía móvil, etcétera). José María siempre fue receptivo a cuantas peticiones se le plantearon y fruto de aquéllos encuentros surgió la asociación de desarrollo transfronterizo a la que pertenecen muchos pueblos de la raya, españoles (de las provincias de Zamora y Salamanca) y portugueses.
En uno de sus últimos escritos, al hablar de la muerte, manifestó: "me acerco al ocaso de mi vida o a ese oeste que me acerca a la muerte. Yo pienso siempre que se trata de la desembocadura de un río cuyo cauce se ha ido enriqueciendo a través de las distintas etapas de mi biografía y tengo por tanto que negar la hipótesis de un ocaso moral". Descanse en paz Don José María. Estoy seguro que el abundante caudal de pureza que llevan sus transparentes aguas en esa desembocadura enriquecerán notablemente la espiritualidad paradisíaca de ese gran océano al que todos iremos a parar tarde o temprano.
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