La fe popular, una vez entroncada en el seno de nuestra iglesia, tiene todo el derecho, (faltaría más) a mostrar de forma pública, lo que en Salamanca se viene haciendo desde hace más de quinientos años
En este soleado Jueves Santo salmantino, tenemos aún fresca la mirada que la pasada noche desnudó en los espacios monumentales las sombras, las increíbles sombras del Cristo de la Luz y de esa impresionante Madre de la Sabiduría.
La Hermandad Universitaria volvió a demostrar desde la sencillez, de forma austera, que a la sutil hermosura de lo intocable, le sobra todas las parafernalias que chocan con el recogimiento que siempre caracterizó a esta tierra. Se volvió a demostrar ante una multitud, que abarrota desde el domingo las vías dolorosas salmantinas, que el silencio se hace silencio, ante la propia compostura cofrade que lo irradia. Sobran campanas y ruidosos anuncios, cuando los penitentes del Martes Santo, lentamente con su cruz pesada, exhalan desde el recogimiento del interior ese silencio que sobrecoge.
Un silencio que brota de la humilde prestancia que enarbola sentimientos y arraigos en quienes procesionan (que bella y ya reconocida palabra) por las calles de este inigualable calvario salmanticense.
Y el pasado lunes, la Cofradía de la Vera Cruz, ha vuelto a demostrar que ha encontrado el sabio camino de la naturalidad, que estremece a quienes buscamos la simple y necesaria ubicación de nuestra identidad. Una identidad que ha fortalecido la popular y reconocida idiosincrasia de las Semanas Santas, que son admirable punto de referencia en las ciudades de Valladolid y Zamora.
Pero es verdad, que las miradas y los sentimientos al ser plurales y diversos, han de respetarse, pues la Semana Santa procesional no tiene dueños ni amos que puedan regir el modo de sentir o pensar, a la hora de formar parte de esta multitudinaria manifestación de la fe popular, que durante estos días, va a callejear por los pueblos y ciudades de España.
Al final, todos nos encaminamos hacia el sendero donde obligadamente hemos de reunirnos en la gran mesa familiar de la fe, que el próximo domingo será renovada con la esperada Resurrección del Señor. Pero antes, la Madre dolorida ante el Maestro crucificado, sentirá a todos los hijos que sufren por demasiados lugares del mundo la puñalada violenta de la intolerancia. Y sobre su regazo sentirá como pesa el éxodo de los inocentes, calvario y duelo, de todos los hijos que sufren por ser cristianos la persecución de la alimaña terrorista.
El Cristo encarnado en el hombre, ha de encontrar en nosotros la dulce mirada que pueda identificarnos como cofrades de la tradición cristiano española, que viven la caridad y el amor como signos de la verdad que seguimos y defendemos.
Las multitudes de gente que se hacen dueñas de la calles estos días, demuestran que la Semana Santa sigue viva pese a todo tipo de agoreros y predicadores anticlericales. Claro que peor, mucho peor, es tener que soportar a un pobre cura, como el que se atrevió a criticar esta tradición popular cristiana, desde el pulpito de la insensatez, el pasado domingo. Por tal causa es de esperar que tan memo pastor, pueda graduarse la vista, para contemplar esta explosión de la fe popular que busca, quiere y apoya, las procesiones que en estos santos días, seguirán haciendo camino e historia por las rúas salmantinas. Lejos de la Liturgia y la Palabra no tendría explicación lo que hacemos en la calle, pero la fe popular, una vez entroncada en el seno de nuestra iglesia, tiene todo el derecho, (faltaría más) a mostrar de forma pública, lo que en Salamanca se viene haciendo desde hace más de quinientos años.
J. M. Ferreira Cunquero
Pregonero de la Semana Santa de 2015
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