Hasta hace cuatro días, como quien dice, casi todos los medios de comunicación audiovisuales españoles le ponían la alfombra roja a los líderes de Podemos en sus entrevistas. Vamos, como en Hollywood a Angelina Jolie o Hugh Jackman.
Mientras que a los políticos convencionales ?sobre todo, a los del PP?, todo eran interrupciones que hacían inaudibles sus respuestas, día sí y día también los dirigentes de Podemos aparecían en todas las teles despachándose a su gusto en interminables monólogos. No sé si a ustedes les habrá ocurrido, pero yo, después de hacer zapping en una docena de canales, he regresado al primero, donde Iñigo Errejón, Juan Carlos Monedero o cualquier otro de la nueva casta seguía dale que dale con su intervención ante el silencioso respeto del presunto moderador del programa y de los contertulios de turno.
Todo eso comienza a cambiar.
Supongo, entre otras cosas, que se debe a la meteórica subida de Podemos en las encuestas y sus posibilidades de gobernar: no es lo mismo que diga lo que le parece cualquier inofensivo outsider, que alguien que te puede aplicar un decreto condenándote al silencio. Así que los canales de televisión empiezan a tratarles a los podemitas igual que a los demás, preguntándoles, replicándoles y hasta rebatiéndoles.
Tan poco acostumbrados están Pablo Iglesias y sus congéneres ante esta nueva actitud de diálogo en vez de monólogo, que el jefe del nuevo partido se pasó el otro día exigiéndole a su ínclito Jesús Cintora que no le interrumpiese.
Pues tendrá que acostumbrarse. Entre otras razones, digo, porque ya hace tiempo que amenaza con nacionalizar los medios de comunicación y, en consecuencia, convertir a los periodistas en funcionarios al servicio del Gobierno, como han tratado de imponer en Venezuela sus admirados Chávez y Maduro. Y, aunque ahora digan digo donde antes dijeron Diego, ese panorama pone los pelos de punta hasta a los medios y los periodistas más afines.
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