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No olvidéis el amor
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No olvidéis el amor

Actualizado 04/02/2015
Redacción / David Martín Pinto

Hace una semana recordamos el 70ª aniversario de la barbarie nazi, representada por liberación por parte del ejército Soviético del campo de concentración y exterminio más mortífero, Auschwitz. La muerte rondaba cada día en cualquier rincón de los campos, hablar de ello es casi indescriptible y desgarrador, las víctimas nos obligan a ello. Nos muestran un camino que no debe volver a repetirse. En los campos murieron judíos, gitanos, comunistas, opositores al régimen, homosexuales... Los nombres de Dachau, Auschwitz, Mauthausen, Treblinka, etc, han quedado en la memoria como el horror de la locura de Hitler y de todos aquellos que lo secundaron. Dentro de los opositores al régimen nazi estaban muchos religiosos de las diferentes confesiones que también se encontraron con la muerte y el horror.

En toda Europa, los religiosos deportados a los campos fueron más de 5.500. Sólo en Italia, fueron 729, entre sacerdotes, seminaristas, los que perdieron la vida entre 1940 y 1946. De las 729 víctimas, no menos de 170 sacerdotes fueron asesinados en las represalias durante la ocupación por haber ayudado a antifascistas y judíos. Muchos fueron golpeados, torturados hasta la muerte, fusilados, colgados o degollados por los nazis. Don Roberto Angelli, un sacerdote de la resistencia escribe en el barracón 26 del campo de concentración de Dachau: "rodeados de los sacerdotes católicos de cada país, pastores protestantes, popes ortodoxos, todos ellos sacerdotes en estado puro, extenuados por el hambre y el frío, torturados por los piojos y el miedo, sin más dignidad que la invisible del sacerdocio, aprendimos a descubrir la esencia de la vida y de la fe".

En Dachau se encierran a 2794 sacerdotes de 37 nacionalidades, es, conocido como "el más grande cementerio de curas del mundo". En Polonia hubo alrededor de 6400 sacerdotes víctimas de la represión, entre ellos el padre Maximiliano Kolbe, al ser enviado a una celda de castigo a morir de hambre, "sólo soy un cura", le dijo al oficial que consintió el cambio.

Plantar un árbol en la alegoría judía, simboliza la vida que perdura y se reproduce, como debería ocurrir con el buen ejemplo dado por los "justos". En la avenida de Jerusalén que lleva al memorial de la Shoah, los nombres de los "justos" están escritos sobre el muro del honor y se ha plantado un árbol por cada uno de ellos. Muchos de ellos son sacerdotes. Quien salva una vida, es como si salvara al mundo entero.

Cualquier pregunta que nos hagamos sobre el sentido, tiene que tener en cuenta lo que sucedió en Auschwitz, o en Dachau. El recuerdo de las víctimas ensombrece todo posible discurso sobre el sentido de la historia. Los cristianos nos lo recuerda J.B. Mezt, no podemos ir más allá de Auschwitz solos, sino solamente con las víctimas de la historia. Después de Auschwitz, deseara prohibir a los pájaros el canto, a las flores florecer y al sol el alumbrar, el famoso apotegma del filósofo Adorno: "después de Auschwitz, ya no es posible hacer poesía"

E. Wiesel, escritor, premio nobel de la paz y superviviente de los campos, se recordaba a sí mismo que "Auschwitz es lo más recóndito del misterio de Dios". Las víctimas del pasado ya no pueden hacer teología. Están muertas y no pueden hablar. Nos preguntamos, si los cristianos podemos seguir rezando después de Auschwitz. Se puede rezar después de Auschwitz porque también en Auschwitz se rezaba, en el canto, en el clamor de los prisioneros judíos y de todos los que sufrieron el horror. Tenemos que encender en el pasado la chispa de la esperanza. En todo discurso sobre Dios, debemos recordar su pasión, su dolor, su clamor, su memoria passionis. La pasión por Dios es com-pasión, es indivisible el amor a Dios y el amor al prójimo.

W. Benjamin, en su novena de sus tesis sobre la filosofía de la historia, realiza un comentario de un cuadro de Klee, el Angelus Novus. Un Ángel con los ojos muy abiertos mira al pasado con espanto y horror, el mal se amontona ante él. El historiador y el cronista también miran hacia atrás, pero sólo se preocupan de acumular datos y ordenar acontecimientos. El Ángel siente, ve los acontecimientos, los ve por dentro, y como el médico quiere aliviar el dolor, pero no puede. Entre él y el pasado oprimido se interpone un huracán, que le empuja irresistiblemente hacia el futuro. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso.

El progreso que nace como esperanza en la Ilustración, se desentiende de las víctimas, solo le interesa el futuro. El borrón y cuenta nueva, es la visión de los vencedores. Desconoce la solidaridad y el dolor. En su Ángel, W. Benjamin, recorre un itinerario desde la tradición bíblica de la historia. No era ni teólogo, ni creyente, pero le gustaría encender en el pasado la chispa de la esperanza. Propone una renovación, hay que conservar en la filosofía la esperanza de las religiones. Sólo una cultura del corazón, podrá eliminar la violencia.

El padre Franciscano Maximiliano Kolbe, llega al campo de concentración de Auschwitz en mayo de 1941, detenido por la Gestapo. En junio se produce la fuga del campo de un panadero de Varsovia y como represalia, los jefes del campo, eligieron a diez prisioneros para morir de hambre. Entre ellos estaba en sargento polaco Francisco Gajownieczek, que suplicaba que tuvieran compasión de él por su mujer y sus hijos, y que le perdonaran. El padre Maximiliano Kolbe se ofreció a morir ocupando su lugar. El hombre que salvó la vida murió en 1995 a los 94 años de edad. Maximiliano Kolbe murió el 14 de agosto de 1941 por una inyección letal de ácido fénico después de dos semanas de hambre y miseria en el bunker de castigo. Sus últimas palabras antes de ser apresado fueron: "No olvidéis el amor"

I

Cavamos una fosa

con la música de la muerte

cavamos y cavamos

el camino de la nieve.

Nadie muere en el lugar del otro

los ojos azules ordenan la danza

la serpiente los mastines

cavamos y cavamos

con la fuga de la muerte.

Hierba

hierba,

escrita: dispersa.

Bebemos leche negra al mediodía

cavamos y danzamos

tus cabellos de oro Margarita

tus cabellos de ceniza Sulamita.

II

Cómo hablar después de la muerte

cómo nombrar las hebras de la luz

en la dulce rima alemana.

Bajo la lengua

se atragantan

cuerpos amontonados.

Almendra vacía

urna de arena

rosa de nadie

piedra quebrada

sin una queja

la escritura

Verdad habla quien habla sombra.

Paul Celan, Shoa

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