No tomarás el nombre de Dios en vano

Reivindico el derecho a una libertad de expresión sin miedo y sin ofender a quien sufre. El derecho a vivir en una sociedad laica donde se respeten las creencias de cada persona circunscritas en su casa. Reivindico a Charlie Hebdo y a los magníficos periodistas que están muriendo en todas partes del mundo por mostrar la realidad tal cual es, con un punto en ocasiones de sátira e ironía. Sin embargo, cuán cierto que nos rasgamos las vestiduras cuando se nos toca cerca, porque no hay empatía si los muertos están lejos y son afganos, palestinos, sirios, africanos de valla o de a pie, de ébola o de sida. Los números cantan, pero se difuminan cuando son remotos y aunque sean terribles las cifras del espanto no nos causan estupor ni escándalo, ni montamos una macromanifa? pero eso sí, esa indecente cantidad de muertos, así como la situación terrible de esos jóvenes sin recursos y sin trabajo en la banlieu de las ciudades, fáciles presas del tráfico de drogas o de los fundamentalismos NO justifican el ataque indiscriminado a nadie, sean periodistas, simples compradores de un supermercado o, dilecto lector, usted y yo?

Al Profeta me temo que unas caricaturas de más o de menos le traen al pairo, la omnipotencia y omnipresencia deberían ser conceptos por encima de todo. No se trata de religión, no nos engañemos, se trata de odio, se trata de resentimiento. El mismo que ahora se va a volver contra las comunidades musulmanas, esas que afirman que el Islam es una religión de paz y que el Profeta afirmó que no se podía ni arrancar un árbol, cuanto más una vida. Reconozcámoslo, los sucesos terribles de Francia van a suponer mayores controles de las libertades, mayor resentimiento, mayor odio entre comunidades que están sufriendo una crisis económica y de valores que nos sitúa en el disparadero. Unos y otros nos volvemos trágicamente la espalda, unos porque no entendemos la diferencia, otros porque no aceptan que cada uno puede tener el comportamiento que le dicte su conciencia y no el libro sagrado. Que cada cual rece hacia la esquina que le dé la gana, que cada cual celebre su día de fiesta con alegría y reconocimiento de que el vecino, con toda la tranquilidad del mundo, se va de cañas y se ríe hasta de la Virgen del pueblo de al lado. Sí, yo soy Charlie, pero tampoco me olvido de la responsabilidad de un Occidente que responde con mano dura y restricciones. Tampoco me olvido de que el policía rematado en el suelo se llamaba Ahmed y era un musulmán francés. Como no me olvido de los niños sirios muertos de frío en la frontera con Jordania, de las niñas obligadas a casarse en Yemen y de las escuelas destruidas por Israel en Gaza. Tragedias a las que no se puede responder a tiros, por eso, yo también afilo el lápiz, ese que duele, ese que hoy tenemos clavado todos, los hombres y mujeres a los que no nos hace falta invocar a ningún Dios para tener dignidad, amor y valentía.