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Oriente y occidente
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Oriente y occidente

Actualizado 10/01/2015
I. R.

Profesor de Derecho Penal de la Usal.

Los viles atentados Yihadistas ocurridos esta semana en Francia que han segado la vida de algunos redactores de la revista "Charlie Hebdo" y de algún policía, son, como todos los crímenes terroristas, abominables y merecen la condena unánime de todos los ciudadanos de bien, que afortunadamente somos prácticamente todos los habitantes de la sociedad democrática.

Francia es uno de los países de la Unión Europea con mayor porcentaje de personas de religión musulmana. Viven actualmente unos 4 millones de musulmanes, que totalizan el 7 % de su población, más alta que la de Bélgica, el 6 %, la de España, el 3,6 %, la de Alemania, el 3,4 %, o la de Holanda, el 3 %. Y la sociedad francesa siempre se ha caracterizado por una gran integración de todos los ciudadanos, nacionales y extranjeros, con sus diferentes culturas, tradiciones y costumbres, aceptando la inmensa mayoría los valores de la República, a saber, la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, que han estado siempre presentes desde su origen revolucionario, en 1789 y que acabó con el "Ancien Règime" encarnado en la Monarquía Absoluta del rey Luis XVI. Francia, en sus diferentes Repúblicas democráticas ha sido y es un ejemplo de reconocimiento y respeto a los derechos humanos, plasmados en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789) y en sus posteriores Constituciones republicanas democráticas.

La respuesta que el estado francés (como el español y cualquier estado digno y democrático de derecho) debe dar al terrorismo es utilizar las armas que provienen de la razón, del Estado de Derecho, de la legalidad constitucional y no las que provienen de la barbarie y de la ley del talión. No me parece acertado, por tanto, que se someta a referéndum rescatar la pena de muerte dentro de la escala de penas en el Código Penal francés, como propone la líder ultraderechista del Frente Nacional Marine Le Pen. Los argumentos son bien conocidos. Aparte de ser una pena inhumana y degradante (que proscriben, entre otros, el Convenio Europeo de Derechos Humanos, aprobado en Roma, en 1950), pone al estado democrático a la altura de los criminales terroristas (que es parte de lo que quieren, un estado salvaje con el que competir, con la fuerza, que justifique su inmolación en muchos casos) y supondría la degeneración de los principios y valores que lo sustentan. Además, en ningún caso supondría la erradicación del terrorismo, sino su rearme y legitimación, como así ocurre en países islámicos donde existe la pena de muerte y el terrorismo y la delincuencia violenta son mucho más frecuentes.

No podemos retroceder en la historia porque, precisamente, de aquellos errores tenemos que aprender. No podemos volver a las Cruzadas, a la Inquisición y a los Tribunales del Santo Oficio o a los de Orden Público como en la dictadura franquista. No podemos ampararnos en el estado justiciero Hobbesiano del Leviatán en el que los ciudadanos entregamos a éste nuestras libertades individuales para que nos garanticen la seguridad, pensando que "el hombre es un lobo para el hombre", porque en ese caso será el propio Leviatán (estado) el que acabará como un lobo monstruoso con todos nosotros. Los ejemplos los tenemos recientes en el tiempo y los rescoldos aún pueden prender el fuego del exterminio, como lo fueron los regímenes de Stalin, Hitler, Mussolini o Franco.

Lo que tenemos que pedir es firmeza y serenidad en la lucha contra el terrorismo, debe combatirse con la razón y con las leyes democráticas y que la convivencia entre las diversas etnias y culturas siga siendo pacífica e integradora. Recordemos al gran cantante Georges Moustaki, que siendo griego (de la isla de Corfú) se integró y fue muy querido en Francia, precisamente con unos versos de su canción "Le Métèque" (el extranjero), cómo símbolo de convivencia entre todos los seres humanos, seamos de dónde seamos y vivamos donde vivamos:

"con mi careto de extranjero
de judío errante, de pastor griego
y mis cabellos a los cuatro vientos,
yo vendré mi dulce cautiva,
mi alma gemela, mi fuente viva,
vendré para beber tus veinte años,
y seré príncipe de sangre,
soñador o bien adolescente,
como te guste escoger,
y haremos de cada día
toda una eternidad de amor
que viviremos a morir"

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