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Ser instrumento de paz
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Ser instrumento de paz

Actualizado 20/12/2014
Redacción / Curro Mesa

Dentro de nosotros se gesta la paz o la guerra, de nuestras actitudes y relaciones con los demás depende el futuro de la humanidad. La paz, como la vida, escuchamos con frecuencia, están gravemente amenazadas. El poder destructor de muchas naciones es enorme. El mundo está dividido, ricos y pobres, divisiones raciales, divisiones nacionales y culturales, las injusticias son enormes. La gravedad del momento exige una revolución de amor.

La paz es fruto de la justicia y del amor. Un gesto habla más que mil palabras y así se hace en el momento de la Eucaristía. Con el gesto de la paz nos preparamos para la comunión. Antes de recibir a Jesús nos damos unos a otros la paz. El gesto de la paz ha cambiado en la historia hasta llegar a su forma actual. Los primeros cristianos se daban en la celebración el famoso beso de la paz, del que habla San Pablo (Rm 16,16).

El Misal describe así la intención del gesto de paz: los fieles "imploran la paz y la unidad para la Iglesia y para toda la familia humana, y se expresan mutuamente la caridad antes de participar de un mismo pan". ¿De qué paz se trata? José Aldazabal nos apunta que se trata de la paz de Cristo. Es la paz de Cristo. No una paz que conquistamos nosotros con nuestro esfuerzo, sino que nos concede el Señor. No es una paz humana, se trata de la paz de Cristo: "la paz os dejo, mi paz os doy". La paz es, sobre todo, don del Espíritu.

Es un gesto de fraternidad cristiana y eucarística. Un gesto que nos hacemos unos a otros antes de atrevernos a acudir a la comunión: para recibir a Cristo nos debemos sentir hermanos y aceptarnos los unos a los otros. Vista así, la actitud de fraternidad en Cristo es el fruto principal de la Eucaristía. El que nos une en verdad ?por encima de gustos, amistades e intereses? Cristo Jesús, que nos ha hecho el don de su Palabra y ahora el de su Cuerpo y su Sangre. La actitud de fraternidad se exige para la comunión y ésta nos lleva a compartir, pues aún siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, porque participamos de un mismo Pan.

Es una paz universal: sea quien sea el que está a nuestro lado ?un anciano, un niño, un amigo, un desconocido? nuestra mano tendida y nuestra sonrisa es todo un símbolo de cómo entendemos la paz de Cristo. Cristo se entrega a todos por igual. Comulgar con Cristo conlleva comulgar con los otros y terminar con toda clase de barreras y divisiones.

Es una paz en construcción, nunca del todo conseguida. Los cristianos piden la paz, al mismo tiempo que se comprometen a ella como a una tarea. El darse la paz es más que un gesto, es un compromiso de buscar y trabajar por la paz. Jesús, el Príncipe de la Paz, ha venido a traernos la paz y a hacer de cada cristiano un instrumento de paz.

Amin Malouf, novelista libanés, apostaba, ya antes de caer las torres gemelas, por una "construcción multicultural de la identidad, configurada desde pertenencias múltiples". Necesitaremos pasar de la agresividad a la convivencia y de la religiosidad de cruzada a la espiritualidad de reconciliación. Para ello es necesario unir oraciones, fuerzas y corazones para derribar muros y limar diferencias.

Hace unos años se reunieron en Asís unos cuantos líderes de distintas religiones para orar por la paz. Cada uno oró por separado y luego oraron todos juntos.

Se acerca La Navidad. Son días en que las personas tratan de hacer un esfuerzo por amar, por ser gente de buena voluntad por construir la paz. Propongo, para estos días, el renovar nuestro compromiso con la paz, el ser instrumentos de paz, como pedía Francisco de Asís.

"Señor, haz de mí un instrumento de tu paz. Que allá donde hay odio, yo ponga el amor. Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón. Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión. Que allá donde hay error, yo ponga la verdad. Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe. Que allá donde hay desesperación, yo ponga la esperanza. Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz. Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría. Oh Señor, que yo no busque tanto ser consolado, cuanto consolar, ser comprendido, cuanto comprender, ser amado, cuanto amar" (san Francisco de Asís)

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