La vuelta al mundo en ochenta corruptos

La cifra, ya saben, no es caprichosa, en ella sólo aparecen los presuntos corruptos de Caja Madrid/Bankia, pero para qué más vergüenza, si pudieran ser ochenta mil dando la vuelta al mundo. Y tampoco se trata de ventilar las cárceles y meter a todos los presos en el "Hola" y, por hermanamiento, en "Hello". ¿Para qué dar más vueltas a los Bárcenas, Pantoja, Mata, Fabra, Julián, Zaldívar, Del Nido, Núñez?, si la mayoría de los españoles se conformarían con que devolvieran el dinero o lo ingresaran en Cáritas?

Y hablando de Cáritas, éste es el país de las contradicciones. Somos los campeones del mundo en número de corruptos y a la par batimos el récord como los más solidarios. He ahí, si no, los veinte millones de kilos de alimentos recogidos en dos días a finales de noviembre. ¡Qué genes más raros! ¿Verdad? ¡Qué pensarán de nosotros! Cualquier economista con un poco de fortuna, o sea, que barra calles colocado por algún ayuntamiento, te echa cuentas y éstas salen niveladas o niqueladas. Así, si se acabase la picaresca, el robo, la fuga de capitales o el presunto engaño institucional de "sentirnos satisfechos porque las grandes empresas paguen a Hacienda el 5,3%" (dixit ministro), entonces no habría lugar al sonrojo de la caridad, puesto que habría trabajo para todos.

Además, la solidaridad es un sucedáneo que, en el mejor de los casos, llega hasta lo básico, ¿pero quién paga la luz, el agua, el gas, el alquiler o "Santa Lucía"? ¡Un milagro! Y, como ven, no hablo de hipotecas, pues debemos ser realistas y suponer que a estas alturas los 2,2 millones de personas que no reciben ayuda alguna ya habrán recibido la visita de los "cuervos" que les habrán quitado el piso a él/ella y a sus ancianos avalistas. Mala solución tiene todo esto.

Pero vayamos a la realidad, al sentimiento y la carne viva, a ese cuerpo que tiene más sangre de pudor que hambre y sed. Es ella, y está enferma de vergüenza como si fuera culpable de la situación en la que le dejaron unos poderes institucionales o fácticos. La encuentro en mis paseos al atardecer realizando la compra en los contenedores. Tendrá alrededor de setenta años, vestida con decencia, de pelo azul y rubio y ni sé cómo se llama ni creo que ella quiera que se lo pregunte, pero alimenta ternura en mí y me da qué pensar. Seguro que fue una joven bella que se casó y formó una familia tradicional con dependencia económica del esposo, hasta que esa dependencia se esfumara en un divorcio y entrase en la vida laboral de manera tardía con contratos basura que no le dieron para la jubilación?

Con la muerte del esposo repartiría su viudedad con otras mujeres y sus ingresos no le alcanzaron más que para cubrir sus pagos fijos, pero no para comer, y a sus hijos, metidos en otras luchas, no les dice nada. Confirmado este caso, a cuántas mujeres nos les ocurrirá lo mismo.

Ahora, más que nunca ahora, antes de que los alimentos lleguen a servir de compost, debemos reciclar de manera responsable. ¿Es lo que toca? Yo creo que al ciudadano sí; pero no así a esos políticos insensibles a la dependencia, que se amparan en lo políticamente correcto y ni rompen barreras ni disciplina de voto y por ende están saludables para aplaudir en las próximas elecciones.