Es lógico que el avance de Podemos encienda alarmas y produzca vértigos en muchos ciudadanos. Seguramente también los genera entre ese 24% que tiene la intención de votarles, pero, aún así, el miedo no debe ser suficiente como para exclamar y refugiarnos en un 'virgencita, virgencita, que me quede como estoy'. Si nos quedarnos como estamos, el panorama seguirá siendo desolador.
Haber llegado a este punto es una desgracia. Que un tercio del electorado se tire a la piscina de esta forma no es lo mejor que le puede pasar a un país, pero es a lo que nos han llevado nuestro políticos y los dos grandes partidos PP y PSOE. Vayan a pedirle cuentas a ellos, quémenlos en la hoguera, pero vayan aceptándolo, con o sin resignación eso, ya depende de cada uno.
Nunca el temor a los síntomas debería ser utilizado para ocultar la existencia de una enfermedad y, no habría mayor triunfo para llegar a la putrefacción de la actual situación, que nos sintiésemos obligados a renunciar a una regeneración por un miedo al cambio.
Que la alternativa sea Podemos, pues, seguramente no es la mejor, y de eso tienen la culpa formaciones como Ciudadanos, UPyD y Vox que lamentablemente han desarrollado una pésima y timorata campaña cuando tenían las mejores cartas en su mano.
Entiendo un temor lógico de ver como se puede llegar a depositar el poder ejecutivo de nuestra nación en manos de un grupo de neófitos. Sin embargo, el miedo a un giro radical, a darles la espalda a quienes nos han traído hasta aquí, a quienes nos han traicionado y estafado, no debería atenazarnos y llevarnos a dejar las cosas como están.
En los penúltimos sondeos electorales se apreciaba una leve recuperación del PP que no venía precisamente de una recuperación económica. La mejora sólo venía del temor a votar a Podemos. Sin embargo, la guinda del pastel que, los destapes de más y más casos de corrupción, ha terminado de adornar el ya vomitivo panorama político, ha producido que ya ni siquiera ese temor pueda con un 'más vale malo conocido'. La reacción ha sido, está siendo, una patada adelante, casi a la desesperada, pero de otro punto ya inevitable.
Que la patada podía haber sido más suave y mejor dirigida si UPyD, Ciudadanos y Vox, hubiesen hecho un esfuerzo por entenderse, es cierto. Incluso, si ahora lo hiciesen, aún tendrían tiempo de producir importantes reacciones en la distribución de los votos, pero no parece que estos sean los derroteros por donde van a encaminarse.
Vivimos en un país pasional, irreflexivo, un país propicio a la palabra de moda: el populismo, pero, tampoco es menos cierto que las cosas no suceden por casualidad y que si nos vemos avocados a un cambio radical, efímero o para quedarse, es porque mangantes e incompetentes nos han llevado a la actual situación. Así pues, en este caso posiblemente no tenemos lo que nos merecemos, pero, hacemos lo que Podemos.
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