Desde la década de los 80 y como consecuencia del éxito de las políticas públicas socioeconómicas, sanitarias y de Salud Pública se produjo un envejecimiento poblacional que conllevó un cambio en el patrón epidemiológico y, en consecuencia, desde hace años los enfermos crónicos constituyen una prioridad sanitaria. Actualmente, la concienciación de abordar este reto ha surgido por la sostenibilidad y, en consecuencia, todas las Comunidades Autónomas tienen establecidos Planes Estratégicos y Programas de Atención a la Cronicidad; pero cuando se analizan éstos presentan algunas debilidades muy importantes.
La organización y gestión de la cronicidad y la Atención Sociosanitaria se siguen estableciendo desde la óptica sanitaria y, por tanto, se prioriza el componente sanitario frente al social. El mismo defecto que ya se cometió en el Sistema Nacional de la Salud (SNS), al dejar que los niveles asistencial de se convirtieran en compartimentos estanco sin coordinación asistencial y sin continuidad aspecto esencial en la atención a la cronicidad. Ni siquiera existe una historia clínica única y accesible que permita establecer la continuidad asistencial entre la primaria y los hospitales. Las experiencias de buenas prácticas existentes en este terreno se deben a iniciativas basadas en la voluntad de los buenos profesionales; pero no a dinámicas y actuaciones generalizadas debidamente planificadas y programadas.
Al paciente crónico se le sigue atendiendo sin tratarlo como una persona biopsicosocial y, por tanto, su atención es fragmentada en base a aparatos y sistemas y sin integrar lo social y lo sanitario en el mismo proceso. Además, como una gran parte son pluripatológicos es necesario estratificar a los pacientes en función de su complejidad asistencial debido a sus comorbilidades, una media de tres enfermedades, y a su dependencia. Ambos aspectos determinan los recursos asistenciales y sociales necesarios a través de la integración real y efectiva de los recursos sociales para buscar resultados globales e integrales en términos de Calidad y Seguridad.
Otra debilidad es la falta de dinámicas profesionales de trabajo a través de protocolos sociosanitarios llevados a cabo por equipos multidisciplinares, lo que condiciona y, a veces, determina la ineficiencia dado que no se garantiza la continuidad, ni el seguimiento ni la eficiencia, resultados que se conseguirían con la coordinación entre ambos sistemas, el social y el sanitario. Es decir, trabajar como en la vida misma, dado que en las personas no se puede diferenciar lo social y lo sanitario. La realidad es que por una parte trabajan los profesionales sanitarios del SNS y por otra los profesionales del Sistema Social, como son los sanitarios que trabajan en residencias, hospitales geriátricos, centros de día, etc.
Por todo lo anterior, hay que tener como meta a medio plazo, el conseguir un Sistema Integrado que ofrezca una Atención Integral e Integrada para garantizar la continuidad de cuidados de calidad en la que se incluye conseguir la autonomía en su entorno habitual mediante los autocuidados y la atención y hospitalización a domicilio como elemento clave para la eficiencia y la sostenibilidad de los sistemas públicos sanitarios y sociales.
Por otra parte, dadas las diferencias territoriales existentes actuales, hay que tratar de homogeneizar las prestaciones a nivel nacional mediante una única cartera de servicios por compromiso social y porque es lo justo y lo equitativo para todos.
En los próximos años, la Atención SocioSanitaria debe de actuar en un espacio real y no virtual, para abordar de manera efectiva y eficiente los problemas y necesidades de los pacientes crónicos. No es necesario establecer nuevas estructuras sino gestionar bien los buenos recursos y profesionales existentes para lograr una atención que se corresponda con país moderno y avanzado como el nuestro y porque es obligado encontrar caminos de eficiencia y sostenibilidad.
En definitiva, todos los Planes establecidos tienen entre sus objetivos mejorar la atención a la cronicidad; pero cuando se realiza su valoración muestran más debilidades que fortalezas y, en consecuencia, son más un conjunto de buenas intenciones que de futuras realidades y, como dice un refrán popular, de buenas intenciones están los cementerios llenos.
JAMCA
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