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Todo no se puede tener
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Todo no se puede tener

Actualizado 08/11/2014
José Luis Cobreros

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No es fácil llamar la atención a través de las palabras; sobre todo, cuando a derecha e izquierda, a través de ellas, se ofrecen grandes oportunidades, que no lo son tanto, si tenemos en cuenta el precio que pagamos. Aún así, yo siempre lo intento y, este empeño, me lleva a dar un tratamiento algo escabroso a los temas y situaciones que planteo. Entiendo que la realidad de las cosas suele ser muy distinta cuando se elimina el marketing en que vienen envueltas.

En este ir y venir de acá para allá, la vida y la ilusión van quedando por el camino. Y, un día cualquiera, sentado sobre un banco del parque, o quizá, a la sombra de un árbol de cualquier lugar, me pregunto: ¿qué he logrado? ¿Qué he conseguido con tanto trabajo? La respuesta es muy complicada, porque, aquello por lo que a diario nos esforzamos, quizá no sea lo mejor y, las metas no alcanzadas, acaso nos hayan librado de perecer.

Lo cierto es qué, todo no se puede tener. Y, para saber si nuestra conducta fue acertada, tiene que pasar buena parte de la vida. Pues muchos de nuestros fracasos, con el paso del tiempo, se transforman en verdaderos referentes para el camino que nos queda por andar.

Ocurre así, porque nuestra vida es un viaje hacia lo desconocido y, cada persona, ha de trazar la ruta conforme a los propios criterios. En cada ser humano concurren circunstancias diferentes que exigen esfuerzos distintos. Ya es bastante si somos conscientes de esta realidad y aceptamos la posibilidad de equivocarnos.

Por eso, unos tienen más que otros, pero el beneficio sobrante no es garantía de felicidad para quien lo posee. Hay aspectos que no es posible determinar en la condición humana. El desconocimiento absoluto que tenemos sobre las consecuencias de nuestros actos hace que no podamos adoptar medidas de prevención. Otras veces, sospechamos la trascendencia de determinados comportamientos, pero sus efectos tardan en llegar, por lo que no parecen tan negativos cuando los realizamos. El tiempo, de forma pautada, señala los errores cuando no es posible rectificar.

Como ves, nada es lo que parece mientras discurrimos por este mar de ignorancia que conforma la vida. Por tanto, no se trata de tener, sino de no crearnos necesidades ficticias para vivir, en cuya satisfacción haya que prescindir de la honradez, la cordura y, también, de las reglas del juego.

Ya se que los fines de muy pocos (en pocos está concentrada la riqueza y el poder) es crear necesidades ficticias en la mayoría. Así, es fácil asignar un precio más elevado a esos otros bienes de los que no podemos prescindir: alimentos, vivienda, trabajo, educación, etc.

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Qué gran manipulación la que hoy llevan a cabo enormes multinacionales y esos tramposos que, amparados por las instituciones, desempeñan sus cargos sin la menor traza de honradez. Nos muestran el progreso como un universo de oportunidades, suficientemente dotado de todo aquello que necesitamos para la felicidad. Lo imaginamos espléndido desde el exterior, pero una vez que hemos cruzado el dintel de la puerta, observamos con estupor, que nada es como parecía. No hay ventanas por donde respirar; se trata de una realidad virtual. En poco tiempo el aire enrarecido nos asfixia, pero los compromisos contraídos nos impiden volver atrás. Hemos desembarcado en el puerto de la nueva esclavitud. A través de la publicidad y de largos discursos sin alma, se nos ofrece la vida plena, pero el coste es demasiado alto. Todo no se puede tener.

Has de convencerte de una vez que, la riqueza, no es una condición sino una contingencia y que, el valor de las cosas emerge, únicamente, de la utilidad que aportan. No se trata, por tanto, de tener más o menos artilugios para perder el tiempo, sino de utilizar los adecuados para ganarlo. Es decir, para conquistar un tiempo no contaminado que podamos administrar sin que nadie nos diga como hacerlo.

La vida es más importante que las cosas, pero son estas las que nos roban todos los momentos y, en lugar de desprendernos de ellas, cada día abordamos el reto del esfuerzo añadido, para conocer lo que nos ofrece la ciencia con fines inconfesables.

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