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Carta a un amigo que filosofa
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Carta a un amigo que filosofa

Actualizado 27/09/2014
C. E.

Querido amigo K.: Verbo inagotable y siempre espumoso, burbujeante, efímero. ¿Efímero? Menos, por suerte, que la Kritik der reinen Vernunft de Don Inmmanuel, ni te cuento del Sein und Zeit de mi (des)apreciado Heidegger. La guinda de lo efímero y banal, sin duda, la ostenta el Huis Clos de Sartre. Cuando allí dice, "l'enfer, c'est l'Autre", alguien quiso, con anterioridad, por allá de sus adentros, decirle: "l'enfer, c'est Moi". Y, ya ves, le faltaron arrestos para escucharse, desnudarse en público y bajar del púlpito. Sorprendentes costumbres tribales, triviales y en todo caso muy aburridas. Por eso, amigo K. (el que tiene que palpar para creer) tus viajes por el mar Egeo son, como fueron los míos por el Río de la Plata y los de Biberkopf por Alexanderplatz: muy poco efímeros. Es decir, henchidos de emoción. Es decir, históricos. Hace unos días estuve "tomando unos vinos", como se suele decir, en el espacio comprendido entre la calle de Toro y la calle de Zamora, con José Ángel Nuñez que me obsequió con un libro de poemas ilustrado de su hermano. Sin duda, un grandísimo relator de "hacia adentros". "No te tapes la cara, nada puedes hacer contra la faz del abandono si ya pasó el umbral de tus retinas" le dice Aníbal a la Derelitta ahinojada de Boticelli, postrada ante unas puertas cerradas. Años después en otro escenario, ¿quizás en Praga?, Kafka en boca del Guardián de la Ley le dice al campesino, a su vez postrado ante otras puertas cerradas, "Solo lo acepto (el regalo) para que no creas que has omitido algo". Ya sabes ellas, las puertas, al fin se abrieron después de que el campesino expirase. Mis aneurismas y arterioesclerosis siguen conviviendo en el silencio del tic tac. Nada más que añadir al respecto. He reanudado mis visitas a la cárcel de.... La verdad no se a qué título. Aunque me decanto por la figura del "escuchador". La última vez se me sentó a mi lado un hombre mayor que le habían denegado un permiso de salida. Su primer permiso de salida en veinte años de encierro. Me dio a leer el papel en el que costaban las razones de tal negativa: "antecedentes muy peligrosos". Le pregunto por los mismos y me alcanza otro papel, muy sobado, en el que consta el fallo judicial: tentativa de asesinato, dos robos con volencia, lesiones graves, tráfico de drogas, estafa, etcétera. Le digo: "Hombre te ha caído todo el código". Me dice: "Pero ya me he desenganchado". Le digo: "Cuándo te enganchaste". Me dice: "A los quince años". A modo de consuelo le contesto: " Sabes, en el fondo, fondo, todos somos iguales". Me mira con cierto reproche y dice: "No, no somos iguales Vd. es una persona instruida". Mientras conducía de vuelta a casa me quedé dando vueltas en la cabeza a eso del "no, no somos iguales" Y ya ves, ese hombre, que a su vez se enfrenta a otras puertas clausuradas, filosofó con mucho tino. Toma nota, quería decirme: "yo soy un hombre desafortunado porque en toda mi vida nadie se ocupó de abrirme los ojos".

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