Hablemos de deporte, de fatiga, sudor, entrega.
En el deporte con el paso de los lustros nos vamos encontrando dioses con forma de becerros de oro, venerados gratuitamente. Los medios exaltan valores que queman nuestros principios como el sol nuestras pupilas al fijar nuestra mirada en el astro rey.
Durante una trayectoria deportiva, en alguna ocasión he sido capaz de detener el tiempo y rebobinar imágenes que se grabaron en mi descuidada memoria. Nadal por los suelos, Fermín Cacho cabeceando, Jonathan Edwards volando; mil y un ejemplos; el último, las caras de los jugadores de la selección española de baloncesto tras perder con Francia en el mundial de baloncesto; tristeza, frustración, dolor que traspasa la pantalla y te llega al alma.
También hay historias maravillosas que no se imprimen en negro sobre blanco. Éstas son más cercanas, tenemos un hijo, vecino, amigo que practica deporte y ahí jugamos un papel fundamental los padres, tíos, abuelos, entrenadores.
Los espejismos en deporte son constantes, la frustración temprana también, la orientación pedagógica en ocasiones pierde su horizonte.
Pero hay ejemplos que merecen la pena, entre la fe, la constancia y las lágrimas está el camino, ante los rayos del sol, la sombra, ante el granizo el abrazo. El deporte es cantera de buenos hombres, simiente de futuro prometedor.
El premio está en el aprendizaje, porque sólo uno gana y los demás se quedan en el camino, pero hay caminos que son más complejos que otros y sin embargo el Cid y su "tizona" no se rinden, la gloria es efímera y sólo engorda el ego en su recuerdo.
Queridos amigos que trabajáis cada día en la mejor de las sombras, admiro vuestro esfuerzo e ilusión, me quedo contigo y contigo, porque sé lo que vales, porque se os quiere, independientemente de que un día ganes y otro no.
Admiro a todo aquél que es ejemplo para otros y más si es un niño camino de ser hombre.
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