Los problemas con los que nos enfrentamos los ciudadanos españoles a comienzos de lo que los periodistas denominan curso político son muy importantes.
Conviene señalar, en primer lugar que continuamos con una crisis económica desde hace ya 7 años que ha sacado del mercado de trabajo a casi cinco millones de personas, jóvenes, mujeres, mayores de 50 años, emigrantes, etc. Al mismo tiempo, el número de cotizantes a la Seguridad Social se ha reducido notablemente.
Por si fuera poco, muchos de nuestros parados han acabado sus percepciones del paro y carecen de cualquier tipo de ayudas económicas, mientras los recortes en educación, sanidad etc encarecen el bolsillo ciudadano.
La dualidad entre empleo fijo y empleo temporal casi ha desaparecido porque una gran parte de los trabajadores ya no tiene empleo fijo y todo esto ha traído una fortísima devaluación interna que ha ocasionado una bajada en el consumo de los españoles.
En segundo lugar, constatamos una crisis institucional de primera magnitud que ha puesto en cuestión desde el sistema de partidos al Parlamento, pasando por la Justicia y llegando hasta la misma Jefatura del Estado.
Las causas de esta crisis política tienen que ver con el anquilosamiento y la ausencia de reformas de las instituciones con el fin de democratizar y mejorar su funcionamiento, junto con la percepción ciudadana de que los escándalos de corrupción están insertos en el centro del sistema político.
¿Quién no ha oído por la calle ese análisis simplista sobre que si los políticos devolvieran lo robado no tendríamos crisis, porque España es un país rico?. Desgraciadamente, la ira popular es tan grande que obnubila a mucha gente y la deja en manos de los salvadores que tienen todas las recetas a los problemas de España.
Si no tenemos dinero pues no se paga la deuda porque es injusta, si Europa nos obliga a medidas de austeridad pues nos salimos de Europa y del Euro si es preciso. Si los "ricos" defraudan nacionalicemos la banca, las compañías eléctricas y energéticas, etc. Si se especula con las viviendas privadas convirtámoslas en viviendas sociales. La irrupción de Podemos es una muestra del agitado estado de los españoles, de su estupor por una crisis no prevista.
En tercer lugar, nos encontramos con un desafío secesionista en Cataluña.
El lamento nacionalista sobre el maltrato de España a Cataluña ha sido una constante en el nacionalismo catalán olvidando que el desarrollo de la industria catalana tuvo dos protagonistas, la política económica proteccionista española que beneficiaba a la industria catalana, y la emigración desde otras partes de España que desarrolló la riqueza de Cataluña, emigración que sobrevivía en barrios marginales, como el Carmel y otros muchos que bordean Barcelona.
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