Cuando ves a alguno de tus padres envejecer con problemas es difícil que algunas veces no aparezcan sentimientos de culpabilidad o duda sobre si lo estás haciendo lo mejor posible.
Estamos en una sociedad donde está clara la responsabilidad y la prioridad de nuestros hijos sobre todo cuando son menores, cuando cumplen la mayoría de edad me habéis oído decir que apoyarlos pero sin ser cómplices de aquello que objetivamente es inaceptable.
Pero estamos en un mundo donde la psiquiatría ha avanzado en el campo de los diagnósticos y eso elude o disipa la responsabilidad de algunos adultos consigo mismos o es eximente en casos de maltratos a familiares. Cuando no quieren tomarse la medicación, o culpan a los demás, etc.
Conozco de cerca casos de hijos mayores que sobrepasan la resistencia de los padres y conozco también el caso de padres que se convierten en el centro de atención de la familia a cualquier precio, las decisiones que con un adulto en plenas facultades físicas son más fáciles de tomar, en un psiquiátrico o centros de atención especial, con tus padres ancianos a veces duele más, se les ve más frágiles, agotados y aunque la lógica te diga que una residencia es lo mejor para ellos, no siempre te quedas tranquilo.
En lo que conozco del mundo árabe se les considera sagrados y todo gira en torno a ellos aglutinan a la familia. Es impensable una residencia y se les considera sabios.
En lo que me ha tocado vivir mi padre murió con sesenta y siete años por un cáncer y lo hizo con una dignidad en la vida y en la muerte que para mí alcanza la categoría de héroe y santo. Con mi madre una mujer trabajadora donde las haya, con una fuerte voluntad y dedicada en cuerpo y alma a su familia las cosas están siendo distintas.
Con frecuentes diagnósticos de depresión, varios ingresos y una vida que le cuesta aceptar, se convierte la vida en un calvario en el que hay que aprender a disfrutar de los pequeños momentos y estar siempre atentos para llegar a tiempo ante una inminente desgracia. En más ocasiones me digo a mi mismo que no podemos jugar a ser dioses, pero la realidad es que me inquieta cuando menos no saber ayudar más o que no les sirva más nuestra compañía.
Me resulta triste que el plan de vida con mi madre sea evitar tragedias, cuando realmente pienso que lo tiene todo para disfrutar y sentirse afortunada, hijos, nietas, bonitas casas, una buena pensión, amigos. No sé cómo se materializa esto de sentirse querido, lejos de juicios y opiniones debemos seguir buscando con ellos un poquito de felicidad, un poquito de valorar lo que se tiene, un poquito de mirarnos menos el ombligo, un poquito de esperanza aunque físicamente tengamos pocas fuerzas.
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