Los viajeros románticos del siglo XIX, también recogen esa tradición. Richard Ford en su Manual para viajeros por España de 1846 escribía que..., El valle mide cosa de tres millas de longitud y dos de anchura, y está ceñido por montes, de los que la Peña de Francia es la más alta y silvestre; en esta "altura" se ve un santuario o capilla dedicada a la Virgen, que es visitada por miles de personas el día 8 de septiembre. Podeos recordar también la presencia de Maurice Legendre, importante hispanista, que contribuyó a restaurar, junto con el padre Matías y el padre Constantino, la devoción a la Virgen de la Peña y a difundir el convento por todo el mundo. Pero en mi ideario personal, disculpen, asocio la Peña de Francia con la presencia constante de don Miguel de Unamuno.
Nos lo recordaba González Egido en su obra, Salamanca. Metáfora de Unamuno. La Peña de Francia le proporcionaba al escritor aire, sol y paz en aquella cumbre de silencio y de sosiego. "Subí y permanecí allí con dos amigos franceses, enamorados de esta nuestra e inalterable y casi desconocida España..; ésta que conserva en el alma toda la recia primitividad del granito sobre la que descansa y sueña".
Consta una visita a la Peña de Francia cuando los dominicos no habían recuperado aún el santuario, cosa que sucederá en mayo de 1900. Sube con el padre Juan José Lecanda, quien había llegado a Salamanca el día 18 de agosto de 1897 y firma en el Álbum de Honor el día 21. Pero sus mejores momentos de paz, sosiego y silencio serán en los años 1909 y 1911. En 1911 Unamuno vive jornadas de paz y silencio en la Peña de Francia en compañía de Maurice Legendre y Jacques Chevalier y allí proyectan los tres el viaje a las Hurdes que realizará dos años más tarde. El propio Unamuno describe el paisaje con una honda profundidad poética e importantes matices transcendentes: Paso unos días en la cumbre silenciosa, en el Santuario de Nuestra Señora de la Peña de Francia, teniendo a un lado, al norte, la llanada de Salamanca, como un mar de cálidos matices sembrados de islas de verdura, los machones de las encinas, y de otro lado, al sur, las abruptas sierras de las Hurdes, y detrás la sábana de Extremadura. Y a los pies los pueblecillos de la Sierra de Francia, agazapados entre castañares, enviando al cielo limpio el humo de sus hogares, viviendo su vida recogida. Y allí arriba, en la soledad de la cumbre, entre los enhiestos y duros peñascos, un silencio divino, un silencio recreador. Silencio sobre todo.
Es la hora de Dios, sobre la frente
del mundo se levanta silenciosa
la estrella del destino derramando
lumbre de vida.
Callan las cosas y en silencio anegan
las voces de los hombres que persiguen
sus afanes huyendo del misterio
de Dios que calla.
Ya estás sola con Dios, alma afligida,
su silencio amoroso, que te escucha,
te dice: corazón, viértete todo,
¡vuelve a tu fuente! (?)
¡Es tu hora, Señor, sobre la frente
del mundo se levanta silenciosa
la estrella del destino derramando
lumbre de vida!
Miguel de Unamuno, "La hora de Dios", Salmos
La empresa Diario de Salamanca S.L, No nos hacemos responsables de ninguna de las informaciones, opiniones y conceptos que se emitan o publiquen, por los columnistas que en su sección de opinión realizan su intervención, así como de la imagen que los mismos envían.
Serán única y exclusivamente responsable el columnista que haga uso de nuestros servicios y enlaces.
La publicación por SALAMANCARTVALDIA de los artículos de opinión no implica la existencia de relación alguna entre nuestra empresa y columnista, como tampoco la aceptación y aprobación por nuestra parte de los contenidos, siendo su el interviniente el único responsable de los mismos.
En este sentido, si tiene conocimiento efectivo de la ilicitud de las opiniones o imágenes utilizadas por alguno de ellos, agradeceremos que nos lo comunique inmediatamente para que procedamos a deshabilitar el enlace de acceso a la misma.