En la nueva Lista Roja Mundial de las Aves, elaborada por BirdLife Internacional, para la Unión de Conservación de la Naturaleza, IUCN, el 13% de las especies identificadas de aves en todo el mundo, se encuentran amenazadas de extinción. De las 10.425 especies conocidas, 213 están en una situación crítica, 419 en peligro y 741 son vulnerables. Alguna especie en concreto, como es el caso del colibrí barba azul, se da definitivamente por perdida, pues no ha vuelto a ser visto en los últimos 70 años. Se suma a otras 140 especies que se consideran completamente extintas [http://bit.ly/Uqy3m9].
Qué poco caso se le hace, siendo un paraíso como lo es nuestro país, y Salamanca en particular, a la fauna, y especialmente a nuestras aves. El 7% de las especies españolas están amenazadas a nivel mundial, destacando la pardela balear, en estado crítico. De las tres en peligro, el alimoche común, en Arribes, tenemos una de las mayores colonias existentes, donde se le conoce como blanquillo o buitre de Egipto, en los pueblos portugueses. También en Arribes, y hablando de las ocho especies vulnerables, la observación de águila imperial ibérica, buitre negro y carricerín cejudo no es complicada, sabiendo dónde dirigirnos. Tampoco es difícil visionar en nuestros paseos carraca europea y rabilarga, pinzón azul y milano real, todas ellas consideradas especies amenazadas.
Una riqueza que dejamos perder por la inoperancia, ignorancia o incompetencia de las diferentes administraciones, que deberían, por Ley, elaborar y publicar los planes de recuperación o conservación de estas especies. Y todos somos responsables, por las mismas causas, de estas valiosas pérdidas. En varias ocasiones me he visto inmerso en discusiones sobre la protección del águila perdicera; en una de ellas, un ex alcalde me dijo que, "voy a mandar poner dinamita en el nido, y se acabó tanta tontería de protección con el águila perdicera". En otra, un teniente alcalde, que sigue siéndolo, defendía que "estaba harto de ver a 14 o 16 águilas perdiceras volar juntas". Sorprendido no es el adjetivo de cómo te quedas ante esas aseveraciones, teniendo en cuenta que esta especie es territorial en extremo, con lo que, en el caso excepcional de verse más de dos individuos volar juntos, estos serán los padres y sus descendientes.
Olvidamos, demasiado a menudo, nuestra riqueza natural, mirando con envidia lo de los demás. Sólo así se explica que importemos especies exóticas que terminan en nuestro medio ambiente, desplazando a las especies autóctonas, rompiendo el frágil equilibrio natural de nuestros ecosistemas. En ocasiones, esos intrusos fueron introducidos por el ICONA, con "la mejor de las intenciones"; en otras, somos los particulares los culpables de su introducción. El cangrejo rojo americano, el black-bass, el percasol, el siluro, el ailanto, la mimosa, el mosquito tigre, el galápago de Florida, el mejillón cebra, el mapache? hasta 600 especies invasoras, entre fauna y vegetación.
Voraces animales que, al no tener depredadores naturales, se multiplican sin freno y que, precisamente por ello, tan perjudiciales resultan para el equilibrio natural. Las cotorras argentinas y de kramer, con sus llamativas plumas de colores, por ejemplo, han tomado posesión en gran parte de la ciudad de Madrid. Son conocidas por su apetito voraz, alimentándose de semillas, y por su agresividad con los mirlos, gorriones y palomas, a los que expulsa de su territorio habitual.
Adorables cachorros, que en su edad adulta se transforman en depredadores agresivos y transmisores de enfermedades, los mapaches son otra de las especies que se ha naturalizado, se ha adaptado, y que, ante la falta de otros depredadores que les hagan competencia, se han hecho fuertes en lo alto de la pirámide alimentaria. Por el capricho de unos pocos, por una moda pasajera, todos pagaremos, ya lo pagamos, el problema en el que se han convertido unas entrañables mascotas que nunca dejaron de ser animales salvajes.
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