No he seguido mucho el proyecto de Podemos, sólo he visto el resultado, su efecto y la leña que está recibiendo desde los centro mediáticos del poder. ¿A qué viene tanta inquina? ¿No ha seguido las pautas democráticas de los demás partidos y ha mostrado formas cívicas y ciudadanas? ¿Qué es para esta gente el respeto? ¿Es que si no te apuntas a la vianda o reniegas de ella, eres un proscrito? ¿Millón y un pico de personas son tan tontos, que no saben lo que quieren y lo que defienden? ¿O es más digno y justo el sistema que elimina de un plumazo las clases sociales, esclaviza a la clase obrera, debilita la educación, la sanidad, privatiza buena parte de la gestión y del patrimonio nacional, ningunea a la oposición, y se hace su refrito con los tres poderes del Estado a su conveniencia y ventaja. Con estos mimbres, no se puede urdir mejor cesto. Si se lo han puesto en bandeja: Hay dinero para los bancos, leyes a medida para los empresarios; funcionarios a la calle, a cambio de la entrada masiva de acólitos y amiguetes en las instituciones; jóvenes y trabajadores al paro o explotados por dos duros y medio de sol a sol, como en lo antiguo, o les dan el pasaporte a Alemania, para que terminen de exprimirles las agallas. Y estos fenómenos sociales, como Podemos, no surgen porque sí, se los fomenta con gestos, aptitudes prepotentes y conductas poco limpias, menos trasparentes, menos honestas y nada generosas. Y ahí están las consecuencias; y las reacciones a destiempo son la evidencia de que las cosas no se han hecho bien ni en su momento. Y es más triste que esta reacción popular se pretenda cortar con la descalificación, la mofa y, a veces, con el escarnio, y no se mide el efecto bumerán. Ellos se dicen tan satisfechos: "Ladran, ergo cabalgamos"
Hurgando en la biografía, Pablo Iglesias es un respetado profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid, ¿pueden muchos de los que se sientan en los escaños del Congreso y del Senado presentar estas credenciales universitarias, el mismo compromiso por unos ideales y por los ciudadanos? Ahora, toca reflexionar y aplicar la política clásica griega: servir al ciudadano, no servirse ni manipular al ciudadano.
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