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Teorema de las vacaciones viciosas
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Teorema de las vacaciones viciosas

Actualizado 14/07/2014
Lorenzo M. Bujosa Vadell

Tímido, reacio, escueto. Este año se hace esperar. Tuvimos un amago de verano hace unas semanas que se quedó en eso. Ahora las crestas de la sierra siguen nevadas y el sol de julio no tiene fuerza suficiente como para calentar las numerosas piscinas que en los últimos lustros se han ido construyendo en la ciudad y alrededores. Las noches y las mañanas todavía piden chaqueta, y quien tiene que trabajar lo toma como una bendición celeste y desea que esto dure unas cuantas semanas más, por lo menos hasta que toque -en expresión de mi tierra- "poner punto".

Los papeles se amontonan, la recta final se tuerce y las ansiadas vacaciones parecen más lejanas que nunca. Pero los vecinos, que conocen a ciencia cierta la fecha del final de las clases ?algunas en abril- y te ven ir y venir semana tras semana te dicen: "Seguro que no sabes qué hacer con tantas vacaciones". Asentimiento y media sonrisa amarga, porque uno ya desiste de explicar lo etéreo. Para qué va a explicar nada sobre gestión, sobre investigación ?"¡Investigación en Derecho, madre de Dios, qué cosa más rara!"-, comisiones, fichas, proyectos, etc.

Seguro que llegarán, algún año llegarán las verdaderas. Pero cuidado: no se trata de ponerse en plan mártir, porque entonces es completamente imposible que te crean. Tampoco es imprescindible que lo hagan: uno está acostumbrado a seguir en lo suyo como mejor puede, y le trae poco cuidado lo que piensen los demás. Pero no exageremos y callemos que tenemos pendientes x publicaciones que preparar y que si no las preparamos ahora en verano, se nos pasará la vez. Resulta que septiembre empieza cada vez más pronto y cada vez con más fuerza. Cosas de este concepto físico, inasible e irregular al que llamamos tiempo.

Claro, para despistar, nos vamos a nuestra tierra, que para eso tiene mar, playa, chiringuitos y hasta fiestas patronales. Huy, entonces? Ni se te ocurra decir que te llevas cajas de libros ?o su traducción actualizada: el Ipad lleno de documentos electrónicos- porque una de dos: o te van a tomar por mentiroso, o te van a tomar por tonto. Mentiroso porque a zona turística nadie va a estudiar, y si alguien va a eso en realidad, es que es lerdo de remate.

Además la opción se subdivide: si es verdad que se lleva libros, lo que hace es pasearlos. Los sacará de sus cajas, los aireará con brisa marina, y un día antes de regresar los volverá a meter encajados donde vinieron. O segunda posibilidad: si este individuo se atreve a sacar los libros, se dedica a leerlos a la hora de la siesta y encima se ha llevado el ordenador y se pone a utilizarlo, este es un loco peligroso de la especie más extraña, un vicioso al que por razones evidentes conviene tener alejado. Está más que claro que tiene el tejado destemplado y desorden manifiesto en las costumbres sensatas. No se lo van a creer, pero yo se lo aseguro: esta gente tan rara EXISTE.

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