Tímido, reacio, escueto. Este año se hace esperar. Tuvimos un amago de verano hace unas semanas que se quedó en eso. Ahora las crestas de la sierra siguen nevadas y el sol de julio no tiene fuerza suficiente como para calentar las numerosas piscinas que en los últimos lustros se han ido construyendo en la ciudad y alrededores. Las noches y las mañanas todavía piden chaqueta, y quien tiene que trabajar lo toma como una bendición celeste y desea que esto dure unas cuantas semanas más, por lo menos hasta que toque -en expresión de mi tierra- "poner punto".
Los papeles se amontonan, la recta final se tuerce y las ansiadas vacaciones parecen más lejanas que nunca. Pero los vecinos, que conocen a ciencia cierta la fecha del final de las clases ?algunas en abril- y te ven ir y venir semana tras semana te dicen: "Seguro que no sabes qué hacer con tantas vacaciones". Asentimiento y media sonrisa amarga, porque uno ya desiste de explicar lo etéreo. Para qué va a explicar nada sobre gestión, sobre investigación ?"¡Investigación en Derecho, madre de Dios, qué cosa más rara!"-, comisiones, fichas, proyectos, etc.
Seguro que llegarán, algún año llegarán las verdaderas. Pero cuidado: no se trata de ponerse en plan mártir, porque entonces es completamente imposible que te crean. Tampoco es imprescindible que lo hagan: uno está acostumbrado a seguir en lo suyo como mejor puede, y le trae poco cuidado lo que piensen los demás. Pero no exageremos y callemos que tenemos pendientes x publicaciones que preparar y que si no las preparamos ahora en verano, se nos pasará la vez. Resulta que septiembre empieza cada vez más pronto y cada vez con más fuerza. Cosas de este concepto físico, inasible e irregular al que llamamos tiempo.
Claro, para despistar, nos vamos a nuestra tierra, que para eso tiene mar, playa, chiringuitos y hasta fiestas patronales. Huy, entonces? Ni se te ocurra decir que te llevas cajas de libros ?o su traducción actualizada: el Ipad lleno de documentos electrónicos- porque una de dos: o te van a tomar por mentiroso, o te van a tomar por tonto. Mentiroso porque a zona turística nadie va a estudiar, y si alguien va a eso en realidad, es que es lerdo de remate.
Además la opción se subdivide: si es verdad que se lleva libros, lo que hace es pasearlos. Los sacará de sus cajas, los aireará con brisa marina, y un día antes de regresar los volverá a meter encajados donde vinieron. O segunda posibilidad: si este individuo se atreve a sacar los libros, se dedica a leerlos a la hora de la siesta y encima se ha llevado el ordenador y se pone a utilizarlo, este es un loco peligroso de la especie más extraña, un vicioso al que por razones evidentes conviene tener alejado. Está más que claro que tiene el tejado destemplado y desorden manifiesto en las costumbres sensatas. No se lo van a creer, pero yo se lo aseguro: esta gente tan rara EXISTE.
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