¿Cultura sin culto?

Desde ayer es posible visitar en la capilla mayor del seminario San Cayetano, en Ciudad Rodrigo, la exposición "San Francisco", organizada con motivo del Año Franciscano que celebra la diócesis civitatense. La Iglesia local hace memoria del paso por aquellas tierras del Santo de Asís, ocurrido según la tradición en 1214. Entre las piezas escogidas para la muestra, que sin duda merecerá ser conocida (hay tiempo hasta el 2 de noviembre), se encuentra la magnífica talla de Jesús Flagelado de la salmantina iglesia del Espíritu Santo, la Clerecía. La obra de Luis Salvador Carmona, como es bien sabido, desde 1913 participa en las procesiones de Semana Santa en la ciudad. Al principio y durante más de tres décadas, por iniciativa de la Cofradía de la Vera Cruz, y luego con hermandad propia, protagonizando un elegante desfile en la noche de Miércoles Santo.

El coste de la entrada a la exposición será de tres euros, aunque por uno más se podrá acceder además a la Catedral de Santa María. Parece una cantidad razonable. Tres euros, según la información turística municipal de este mes, es lo que cuesta la visita a la iglesia de la Clerecía junto a la Universidad Pontificia, que siendo vecinas no debieran confundirse como lo mismo. Tampoco resulta descabellado el precio, ciertamente. Lo descabellado, "que va fuera de orden, concierto o razón", es que las puertas de esta iglesia sólo se abran, excepción hecha de la entrada turística, para actos académicos de la Universidad Pontificia, fundada en 1940 (ya tenía ciento ochenta el Flagelado de Carmona), para bodas de personas vinculadas a esta institución (capítulo aparte), y, casi como una molesta excepción, para la salida penitencial de dos cofradías, la citada y la Universitaria en la noche del Martes Santo.

Va fuera de orden que la iglesia del Espíritu Santo, en el corazón de la ciudad, tan cargada de significado, ni siquiera pueda acoger una Eucaristía el día de Pentecostés, su titular. Va fuera de concierto que la Real Clerecía de San Marcos, entidad histórica en Salamanca, heredera (de aquella manera) del templo alumbrado por la Compañía de Jesús con el apoyo de los Reyes de España, no potencie el culto en su edificio más señero, que en cualquier otro lugar pasaría perfectamente como catedral. Estoy de acuerdo en que el número de misas en sus cercanías es suficiente, la Clerecía muy espaciosa y la población de la zona escasa, pero la naturaleza tan particular del templo demanda un esfuerzo. Va fuera de razón que la comprensible explotación turística de los monumentos religiosos excluya su fin primordial y original. La explotación es justificable siempre que contribuya al diálogo fe-cultura en su presentación y sus formas, huyendo del mero negocio y revirtiendo el beneficio en la conservación del patrimonio eclesial (tan amplio, tan costoso de mantener, y tan atacado por los cansinos revisionistas de los acuerdos Iglesia-Estado, lo que ellos llaman impropiamente "concordato"). Pero esta explotación, incluso si se asienta en una propuesta pretendidamente evangelizadora, no puede convertir en anécdota el culto, ignorando el domingo, los sacramentos o la piedad popular. ¿Acaso también los cristianos nos hemos convertido en cansinos revisionistas de la Tradición?

Fotografía de Alberto García Soto

Más información sobre la exposición mencionada en http://www.expofrancisco.com