Miércoles, 25 de diciembre de 2024
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Vieja y nueva monarquía
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Vieja y nueva monarquía

Vieja y nueva monarquía | Imagen 1
Nunca el resultado de unas elecciones europeas había sido tan determinante para la vida política española. Han pasado tres semanas y parece como si en la opinión pública de nuestro país hubieran pasado meses. Los resultados no sólo condicionarán el futuro de las generaciones que protagonizarán la vida política española sino que han determinado la abdicación de Juan Carlos I y la posterior entronización de Felipe VI.
Aunque hayan sido semanas llenas de especulaciones sobre los resultados electorales, en realidad estamos asistiendo a un tiempo preñado de expectativas políticas nuevas. Un tiempo en el que los bachilleres tendrían que haber dejado las clases, las inútiles selectividades y los aburridos apuntes coloreados para leer con fruición aquella conferencia que Ortega y Gasset pronunció en 1914, en el teatro de la Comedia y que llevaba por título Vieja y Nueva Política. Un texto donde se consolida un programa regeneracionista con el que periódicamente tomar la temperatura de la vida política española. Y hacerlo desde el realismo esperanzado de aquella generación que representaba Ortega y que hoy debería representar Felipe VI.
Más allá de la discusión sobre las responsabilidades de la vieja monarquía y de la novísima monarquía que se abre en el horizonte con la Infanta Leonor, la nueva monarquía afronta desafíos nuevos que no tenía la vieja. Quizá el primero tenga mucho que ver con lo que Ortega llamaba la distinción entre la España oficial y España real. La España de los indicadores macroeconómicos no es la España de las familias empobrecidas, la vida los parlamentos autonómicos y los partidos no es la vida de las gentes desafectas, la vida de la prensa escrita no es la vida de las redes sociales, la vida de los datos estadísticos no es la vida del crecimiento de las desigualdades.
También deberíamos atender a lo que Ortega llamaba desconfianza en los programas simples y proponer un programa realista que vertebre la cordura cotidiana de la sociedad española. Todo eso sin olvidar las cuatro páginas donde comenta las formas de gobierno y la confusión que tienen quienes no juzgan la cuestión de la Monarquía o la República desde los ideales genéricos de la democracia. Aunque nos pide juzgar esta cuestión en términos de fines y medios, no deberíamos desentendernos de los valores constitucionales, quizá el único puente entre la vieja y la nueva monarquía.

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