No voy a hablar, en esta ocasión, de los muchos desmanes cometidos por los dos grandes partidos políticos, lo de grandes lo digo por el gran número de votantes que ambos tienen.
De lo que quiero hablar es de si para desbancar a estos dos "grandes" es lícito todo, si se puede hacer, prometer o decir lo que sea con tal de echarlos del panorama político nacional y europeo.
No entiendo muy bien cómo unos partidos que han acusado, y con razón, a los dos grandes de corrupción, de mentirosos, de no cumplir lo prometido en sus campañas? y tantas y tantas cosas más, que ahora se presenten con un programa que todos, incluso quienes lo proponen, saben que es inviable.
No entiendo cómo un partido puede prometer e incluir en su programa, lo que quiera, aun sabiendo que es una utopía irrealizable, por el simple hecho de que saben que no van a tener la ocasión de demostrarlo.
Tampoco entiendo (o sí), a las personas que votan estas opciones. Tal vez, (estoy seguro) el electorado está tan harto de mentiras, ladrones, corruptos, carcas políticos, dinosaurios camaleónicos que cambian de color (sólo de color), según van y vienen los nuevos tiempos, las modas? que cualquier opción les parece bien con tal de quitárselos de en medio.
Ahora bien, ¿en qué situación quedarían estos prometedores partidos, si por cualquier azar de la vida se vieran en la tesitura de tener que poner en marcha sus programas?
El electorado está tan harto, que vota cualquier opción que tenga los más mínimos visos de alejar a los dos de siempre de los centros de poder. Quieren perder de vista a los políticos que llevan deambulando de un puesto a otro en ese círculo mágico que es la política, en el que siempre están los mismos, que se van cediendo los sillones de unos a otros, se los intercambian como si de cromos se tratara.
En alguna ocasión he comparado este baile con el juego de la silla. Ya saben, ese en el que suena una música y cuando deja de sonar cada cual tiene que buscar una silla en la que sentarse y el que no la encuentra queda eliminado, porque en este juego hay una silla menos que jugadores. La diferencia está, en que en política, no se quita una silla en cada ronda, es decir en cada legislatura, no, aquí es al revés, cada vez añaden más sillas al juego, con lo que nadie se queda fuera. Lo único que le puede pasar es que no consiga la silla que le gustaría. Pero la silla la tiene asegurada.
Ahora vienen unas personas con unos programas, que sabemos irrealizables, pero con la opción de dejar sin silla a algunos de los carcas de siempre, que se han dormido con el soniquete de la música, sin esforzarse lo más mínimo para ganársela. Ahora el electorado ha manifestado que quiere cambiar de jugadores, que está harto de mantener a los que ya sabemos cuánto pueden dar de sí, con la esperanza de que se revolucione el juego, que se anime, que se agite, que se les empine las orejas a los viejos lobos en señal de alerta, que les despierte de su letargo y si les queda capacidad, que reaccionen. Aunque, mucho me temo, que al final, el juego siempre será el mismo
Creo que esto será todo lo que ocurra, un movimiento de sillas, caras nuevas, crujir de dientes, de los que ya no tienen dientes, un replegar de filas para estudiar y tratar de corregir qué es lo que ha pasado para que se queden sin sillas, un culpabilizarse mutuamente, quizás alguna cara nueva? y poco más. Aunque, tal vez esto sea, si no suficiente, sí un comienzo de una nueva etapa, en la que nadie se pueda sentir seguro en su silla, una nueva etapa en la que todos aprendan que para ganarse la silla no hay que esperar a que termine la música, la silla hay que ganársela día a día, con hechos, con trabajo, con tesón y con honradez.
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