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Un nuevo horizonte: Zimbabue
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Un nuevo horizonte: Zimbabue

Actualizado 18/05/2014

El religioso afirma en una carta que lo que más necesita no son comodidades sino actitud misionera en un país con muchas carencias

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En octubre del año pasado, en esta misma publicación, me hacían una entrevista sobre los orígenes de mi vocación misionera, cuál iba a ser mi formación, con quién iría a la misión, cómo me sentía? Una de las preguntas que se me hacía, y que la mayoría de la gente me hace, era la del país a dónde me iban a mandar. Hoy puedo decir que se me abre un nuevo horizonte en la vida. Justo antes de Semana Santa, me acaban de dar el destino: Zimbabue.

La verdad es que hasta este curso ni siquiera localizaba este país en el continente africano. Zimbabue es un país al sur de África, que hace frontera con Zambia, Mozambique, Sudáfrica y Botsuana. Es algo más pequeño que España y tiene unos 13.000.000 habitantes. A lo más que algunas personas llegan a saber de Zimbabue -suponiendo que previamente no se confunda África con un país- está relacionado con los safaris, las cacerías, las reservas, los elefantes, los leones? Y poco más. Porque es un país pobre, según entendemos nosotros la pobreza. Si alguien se molesta en buscar en Wikipedia esta nación verá que no es una entrada demasiado larga y que las webs que existen en español no son muy numerosas. Sin embargo, en un país rico en etnias, culturas, tradiciones religiosas; con gente alegre, vitalista y con gran capacidad de resistencia ante las adversidades de todo tipo.

Ser feliz no es vivir en Salamanca necesariamente

En Zimbabue, nada más y nada menos, me plantaré en unos meses (previamente tengo que mejorar mi inglés en Irlanda o Reino Unido). Justamente ahí me quiere el Señor. Justamente ahí está el Señor. Justamente ahí espero ser feliz. En Zimbabue. No será fácil, seguro. Otra gente con su lengua, sus comidas, sus costumbres y tradiciones? Pero para un cristiano la felicidad no viene necesariamente de la mano de estar en mi querida Salamanca, con todas las necesidades cubiertas (y que conste que yo en Salamanca era feliz), sino de buscar la voluntad de Dios para cada cual, y esta voluntad no es para todos la misma. Pero hay algo que no me puede faltar: aunque llegue a hablar como los nativos su lengua, a comprender sus costumbres desde dentro? lo más importante es la actitud con que yo me sitúe allí. Si me falta la actitud misionera, todo lo demás sobra; sería como estar apoltronado, como tantas veces sucede, en cualquiera de las Iglesias que tenemos en nuestra Europa. Lo que importa, pues, en el misionero es la actitud y no el lugar geográfico.

Esto me lleva a tres consideraciones finales. La primera es que no se es mejor o peor cristiano aquí o allí. Simplemente es diferente. Segunda: no es más fácil ni más difícil ser cristiano aquí que en un país considerado tradicionalmente de misión. Simplemente es diferente. Y la última: no se es más misionero en Zimbabue que en Salamanca; lo que se necesita es la actitud misionera. Y ésa, simplemente, allí o aquí, no es diferente.

Leo Ramos, sacerdote diocesano

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