Para todos los que, cautivos del dolor y la tragedia, repiten hoy, allá por Monterrubio de la Serena, o acá frente a los televisores: ¿Por qué, Señor?,¿por qué permites el mal de esta manera?, conviene recordar que la interpelación al Creador por su "permisión del mal" no es incompatible con la fe. Ahí tenemos, en la misma Biblia, la protesta de Job:¡Oh, si hubiera un Dios árbitro entre Dios y el hombre!
Es tan terrible como difícil poner palabras donde sólo anida el llanto. Basta el abrazo y, tal vez, en medio de la congoja, recordar que las preguntas son legítimas. Ya mañana, cuando la incompleta serenidad vaya tocándonos, habrá tiempo y lugar para ir dándonos cuenta de que el destino de los que sufren no está sancionado por Dios, sino todo lo contrario. Hasta el punto de que en muchas ocasiones son los mismos y principalessufrientes quienes se convierten en lugar privilegiado del encuentro con Dios. Será entonces cuando, si hemos sabido estar ahí, tal vez nos dejen entrar, muy despacio, sin avasallar, a contemplar el misterio.
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