La clase media trabajadora puede equivocarse al dar su voto y como es mayoría puede no acertar al elegir sus gobernantes, pero igualmente, en cualquier momento, puede decidirse y hacer fracasar a un gobierno obligándole a convocar nuevas elecciones.
Es algo que a tener muy presente por los llamados a gobernar y por ello parece, en principio, obligado considerar el reparto equitativo de cargas y beneficios. Algo muy distinto de la actitud que ha primado hasta ahora. Si los países civilizados y prósperos son aquellos en los que se ha conseguido formar una clase media amplia y numerosa, es evidente que esto no se consigue más que con la contribución de capas sociales cada vez más extensas que acceden a un consumo de bienes culturales y económicos de forma continuada.
Esta situación no es posible sin la implantación y mantenimiento de medidas socioeconómicas capaces de corregir y superar los inevitables momentos de crisis que conducen, primero a los recortes salariales y, al final, a que muchas empresas cierren o reduzcan sus plantillas, dejando en el paro, a sus cuadros de trabajo. Si estos parados, a pesar suyo, ven reducida o se quedan sin su protección o subsidio, no sólo son víctimas de un egoísmo político y social, sino que, reducen la masa consumista y de ahorro hasta límites peligrosos para el cuerpo social entero.
El "cambio" llegó de nuevo al poder cuando este país estaba necesitado de nuevos héroes, con minúscula, hasta cierto punto populares en los que reflejarse y que, a su vez, se hicieran depositarios de su confianza. Umberto Eco afirma que los héroes populares tranquilizan la conciencia de la colectividad. Parece que el principio de nuestra democracia y la fe en el grado de cumplimiento de las promesas electorales estaba intacta por la gestión de ocho años del Partido Popular. Por ello es posible que se mitificase a quienes ganaron las elecciones, ya que las circunstancias llevaron a que estos no tuvieran ningún bagaje de gobierno o de experiencia de gestión susceptibles de ser valorados, salvo un programa atractivo que todavía debía demostrar su viabilidad, y si realmente se basaba en un análisis exhaustivo de la realidad. Pretendieron defender los intereses de las clases desfavorecidas que justificaban, como ahora, sus discursos desde la oposición. Las responsabilidades cambiaron la visión de la realidad. Así pasaron de un supuesto pragmatismo aplicado a la labor de oposición, al que se practica cuando se tiene el poder de obtener más poder para tratar de no perderlo.
La memoria colectiva es escasa, y poco efectiva, aunque subyacen ciertas estructuras mentales. La rapidez con la que se han sucedido los acontecimientos y los escándalos hace que no puedan fijarse suficientemente lo positivo y lo negativo de lo que ocurre y recordarlo. Se sabe todo sin recordar mucho. Muchos fueron los que llegaron cortos de equipaje y nos dijeron que cuando se fueran lo harían de la misma forma. Máxima del poeta que, desde su punto de vista, les otorgaba una legitimidad de la que carecían los demás. Pero la legitimidad debe ser bien administrada, ya que es un cheque en blanco que otorga la ciudadanía a quien gobierna durante un determinado tiempo para que defienda sus intereses. Con el tiempo la frase del poeta empezó a estorbar, al no buscarse nuevas fuentes literarias, y cuando se ensanchó la distancia entre los administradores y sus comportamientos.
No cabe duda que el país ha tenido y tiene que luchar por mantenerse dentro de una economía difícil y cada vez más global, pero ahora parece que tampoco se ha sabido crear o mantener una clase media trabajadora amplia, y acompañarla de un nuevo mensaje moral o ético, para ir más allá, para cambiar y construir una nueva sociedad verdaderamente con el apoyo de todos. Será que es de nuevo la hora de los héroes.
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