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Fallece Sor Julita de la Natividad, hermana clarisa de 94 años de edad
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Fallece Sor Julita de la Natividad, hermana clarisa de 94 años de edad

Actualizado 09/05/2014
Redacción Ciudad Rodrigo

CIUDAD RODRIGO | La hermana, cuyo verdadero nombre era Micaela Galache Santos, pasó 75 años en el Monasterio de Las Claras

En la jornada del jueves falleció a los 94 años de edad Sor Julita de la Natividad de María, hermana del Monasterio de Las Claras de Ciudad Rodrigo. Sor Julita de la Natividad, cuyo verdadero nombre era Micaela Galache Santos, pasó 75 años de su vida como clarisa.

Según apuntó el Obispo Raúl Berzosa durante el funeral celebrado en el Convento de Las Claras en la mañana del viernes, Micaela Galache ingresó en el Monasterio el 17 de septiembre de 1938, en plena Guerra Civil Española. Antes de que acabara la Guerra, en marzo del 39, tomó los hábitos, realizando su profesión simple al año siguiente y la solemne en 1943.

A lo largo de los años, Sor Julita de la Natividad ejerció en el Monasterio como organista y portera, dedicándose durante casi toda su vida al bordado de ornamentos litúrgicos y la ateción a la ropería.

A continuación, reproducimos de forma íntegra la homilía pronunciada por Raúl Berzosa durante la misa funeral:

Queridos hermanos sacerdotes, querida comunidad de hermanas clarisas, queridos familiares y bienhechores de este monasterio, queridos todos:

D. Carlos, diligente capellán de este monasterio, ayer por la mañana me daba la noticia del tránsito al cielo de nuestra hermana Julita de la Natividad de María. Más tarde, al venir a rezar un responso por ella, la madre Abadesa me facilitó algunos detalles más de su fallecimiento. Aunque su salud no era muy buena en los últimos tiempos, el desenlace tampoco se preveía tan de repente.

Si siempre decimos que, ante la muerte de un cristiano, debemos dar gracias a Dios por la vida del mismo, en esta ocasión con más motivo: Sor Julita tenía 94 años de existencia y 75 de vida religiosa. Ingresó en el monasterio un 17 de septiembre de 1938, en plena guerra civil española. Tomó su hábito el 19 de marzo de 1939, antes de concluir dicha contienda. Hizo su profesión simple el 19 de marzo de 1940 y la profesión solemne el 25 de marzo de 1943. ¡Así es la providencia y la llamada de Dios: pase lo que pase en la sociedad, cada uno tenemos nuestro camino. Nada tiene que impedirnos responder a la vocación que Dios nos invite!

En el monasterio desempeñó los cargos de organista y de portera, en los primeros años. Y, durante casi toda su vida, se dedicó al bordado de ornamentos litúrgicos y la atención a la ropería. Contaba la madre abadesa que, en estos oficios, destacaron, como virtudes principales, su humildad y su espíritu de servicio. Además, se puede decir de ella que fue una mujer de gran fe y muy amante de San Francisco y de Santa Clara. En este último sentido, sobresalía por desear profundizar en la vocación franciscana para vivir con más perfección el espíritu de la Orden.

Y, ya en los últimos años, supo llevar con paciencia sus muchas limitaciones corporales debido a las enfermedades.

Puede parecer, por lo expresado anteriormente, una existencia pobre o muy normal. Y, sin embargo, no lo era. Ella, en la contemplación, supo elegir la mejor parte: la dimensión esponsal con nuestro Señor Jesucristo.

¡Qué vivencias tan profundas tendría con Él y que marcaron, a la vez, su vida sencilla y cotidiana! Es lo que nos recordaba la Segunda Carta a los Corintios: sabemos que, aunque nuestra morada terrestre se desmorona, estamos construyendo una morada eterna hecha por Dios, con su Espíritu, y no por manos humanas. Estamos siendo revestidos de eternidad. Y por eso tenemos que experimentar siempre buen ánimo. Más aún: todos tendremos que comparecer ante el Señor para dar cuenta de nuestra vida. Sor Julita, con su hábito de penitencia, con su forma de vida de peregrina, no habrá tenido ningún miedo a comparecer ante su Señor. Porque, como expresa el Salmo 62, "sólo en Dios descansa nuestra alma porque sólo de Él viene la salvación". Todo lo demás, pasa. Lo decisivo es vivir nuestra condición de peregrinos anclados tan sólo en Él, el Absoluto.

Estamos inmersos en el año franciscano. Días atrás, leía algunos rasgos de la vida del gran pianista y compositor Listz. Él se identificó siempre con la vocación franciscana y a él se le atribuye esta frase: "El amor me salvó de mí mismo. El arte me salvó del amor egoísta. Y Dios me salvó hasta del mismo arte porque lo único absoluto en esta vida es Dios".

Sor Julita, al encontrarse ayer por la noche ante su Señor, hizo realidad lo que pidió Jesús en la última Cena y hemos leído en el evangelio de San Juan: "Padre, los que tú me has dado quiere que estén donde yo estoy parta que contemplen mi gloria anterior a la misma creación del mundo? Porque éstos han conocido que Tú me has enviado. Y en ellos está el amor con que Tú me has amado".

Gracias, Sor Julita, por tu vida y por tu entrega. Gracias por tantas horas de oración ante el Santísimo por nuestra querida Diócesis. Ayer precisamente celebrábamos la jornada diocesana de oración por las vocaciones. Seguro que, mientras nosotros estábamos en la capilla del Seminario pidiendo vocaciones, tú estabas ante el Dueño de la Mies haciendo lo propio. ¡Gracias por ser nuestra intercesora vocacional en vida y ahora en el seno mismo de Dios!

Nada más: gracias, hermanas clarisas, por todo lo que habéis hecho por Sor Julita y que ni sabemos ni podemos pagaros. Ella seguirá espiritualmente entre vosotras y os recompensará en todo. Ojalá que su ausencia fraterna se vea recompensada pronto con nuevos ingresos de hermanas clarisas.

Gracias a todos los presentes por vuestra oración y por vuestro testimonio de fe en la resurrección. Encomendamos al Dios de la Vida a Sor Julita y pedimos para nosotros la intercesión maternal de la Virgen María Inmaculada, de San Francisco, Santa Clara y tantos santos de la Orden Franciscana. ¡Que en el cielo nos veamos todos! Amén.

+ Raúl, Obispo de Ciudad Rodrigo

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