Este último domingo ha tenido lugar en Salamanca un acontecimiento singular. Dios en persona se hace visible de manera continua en nuestra ciudad. Salamanca se sitúa así en la estela de las ciudades que tienen disponible al Señor en Adoración 24 horas al día, 365 días al año, toda vez que cientos de conciudadanos se han comprometido a cubrir los turnos que garantizan que el Señor está acompañado en todo momento.
Salamanca se acoge a sagrado. Salamanca, aglutina a la comunidad creyente que, semana tras semana, tiene un nuevo punto de encuentro desde en que verá fortalecida su salud mental y emocional. Poco a poco el corazón que late en el ostensorio irá sanando las heridas del tiempo presente: la desconfianza, el narcisismo, el pansexualismo (I. Munilla). La influencia cierta de la divinidad a través de la Adoración perpetua comienza a dejarse sentir. Desde los mayores a los jóvenes, muchos experimentarán la misericordia divina en ese nuevo hospital de campaña abierto hasta el amanecer.
Acogidos a sagrado experimentamos la acción divina: la presencia eucarística prolongada en la Adoración es remedio eficaz de los males morales y, además, somatiza. Caldeados corazón y mente por la gracia, la persona se encuentra mejor. La acción divina sana, conforta y acompaña difundiéndose de manera natural en interminable cadena de amor. ¿Quién puede decir en nuestro tiempo que no tenga necesidad de sentido, que no busque amparo ante la muerte y el sufrimiento, que no ansíe amar y ser amado? A lo largo de dos milenios, las necesidades espirituales, las más hondas aspiraciones del ser humano, se ven satisfechas desde el manantial de la gracia, la Eucaristía: Dios en persona se hace contemporáneo del hombre desde el primer Jueves Santo en su forma sacramental.
Hoy, cuando parece que la fe muere o es escarnecida por furibundos o sofisticados ataques laicistas, ésta vuelve como un boomerang sanador. Creer o no creer no es un dato irrelevante. El hombre acumula una pesada carga o bien renace, agradecido y renovado, porque al seguimiento del Maestro va siempre acompañado de su sorpresa, hermoseándolo todo. Renovación o apostasía, realidad decisiva y especialmente dramática en nuestro tiempo (J.M. Iraburu).
Decididamente este 27 de abril ha sido una jornada memorable. En el domingo siguiente a la Pascua el Señor se ha quedado con nosotros de forma continuada y visible. Juan Pablo II algo habrá tenido que ver en el preciso día de su canonización. Tras éste, otros regalos se sucederán camino del octavo centenario de nuestra Universidad. En Salamanca se ha encendido una nueva luz en la noche, la 33 de nuestra piel de toro. Bendita sea.
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