El domingo pasado vivimos con admiración la canonización de los dos Papas Juan XXIII y Juan Pablo II. Pudimos admirar la solemne y grandiosa ceremonia de la proclamación de la santidad de estos dos grandes hombres de nuestro siglo XX. Ceremonia seguida por millones y millones de personas a través de las televisiones de todo el mundo.
Algunos se preguntarán si era necesaria una manifestación de tanta grandeza, o si no hubiera sido más conveniente hacer una sencilla ceremonia, que por otro lado hubiera estado más de acuerdo con la sencillez de un Juan XXIII, e incluso hubiera estado más a la medida del estilo que suele mostrar permanentemente el mismo Papa Francisco. Para algunos bien merece la canonización el buen Papa Juan, pero no ven la misma conveniencia en la canonización del Papa Juan Pablo II.
Lejos de esas diferencias y legítimas críticas, a nosotros nos interesa más hacer una sencilla aproximación a la faceta o dimensión misionera de estos dos buenos Papas.
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A Juan Pablo II, que había nacido y crecido bajo los comandos de la guerra fría y atenazado por la fuerza de los muros del telón de acero, se le quedaba chico aquél mundo, y enseguida se relaciona con el mundo exterior y con las autoridades e instituciones de influencia, que pueden hacer evolucionar la política y las relaciones sociales hacia un camino de libertad y de paz en todo el mundo. Aspectos que profundizará más desde el momento en que fue elegido Papa --un Papa venido de oriente, de la otra Europa-- que él vería luego como una de las dos alas o de los dos pulmones que constituyen la única Europa.
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Vemos, pues, la labor misionera universal de estos dos Papas recientemente canonizados. Tarea que ahora profundiza, fortalece y dinamiza el papa Francisco, invitándonos a salir hacia las periferias y hacia los desheredados del mundo entero. No nos faltan estímulos para ponernos a disposición de la acción misionera, tarea esencial encomendada por Jesucristo a todos sus apóstoles y discípulos, y a todos los que a lo largo de los siglos somos los creyentes en él y sus seguidores fieles.
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