Los aficionados añejos; -que no viejos para recordar-, y que han visto suficientes corridas de toros antes y ahora, seguro que conservaran en sus retinas, la imagen de no pocos subalternos de probada solera, afición y profesionalidad. Recordando cuando se toreaba brillante y frecuentemente a una mano, se banderilleaba como mandaban los cánones, se estaba eficaz en la brega y podía presumirse de ser un buen peón.
No diré: que el subalterno de hoy no posea cualidades y eficacia -¡No!, simplemente que, en esta fiesta "pastueña" se ha perdido, como en tantas otras cosas, el sentido de la medida (cualidad muy propia de esta España). Hemos pasado del prestigio, de la torería, la gracia y la sabiduría del subalterno, a que los de oro, recelen de que les puedan "quitar palmas". Y sin embargo, me producen cierta tristeza que, figuras del toreo de hoy escuchen a sus subalternos gritar desde el burladero.- "Pónsela, crúzate, sigue sigue, no se la quites de la cara, vamos a gustarnos, etcétera, etcétera". Pues de esto, son culpables los matadores.
Por eso evoco, al aficionado veterano; porque recordara, que entonces el subalterno sabía escuchar... Eran ellos los que recibían las órdenes... La mayoría rotundas, secas, tajantes.- "Tápese usted- un capotazo y vete- lleve el toro al cinco- ándele para atrás - etcétera, etcétera". A veces, ni eso. Había matadores (no hará falta nómbralos) que ordenaban tan solo con la mirada. Se les llamaba Maestros....
Hoy a la hora de reparar en estos momentos delirantes, mercantilistas y adocenados que vive la fiesta. El tercio de banderillas no parece básico, pero puede adquirir matices muy bellos y emotivos según se ejecute la suerte. También variados, por ser muy distintas las maneras de banderillear; al quiebro, sesgo, de dentro a fuera, de poder a poder, etc. Pero lo más corriente es al cuarteo, porque se elude la exposición, apelando a las facilidades y ventajas, en estas, se traza un semicírculo de mayor o menor radio, y antes de que el toro se arranque. Así y todo, se parea al cuarteo vulgarmente, con acusada imperfección, e incluso se ha llegado al abuso de banderillear a toro pasado. Porque practicada la suerte con todas las de la ley, puede resultar comprometida y arriesgada.
En el escalafón de subalternos hubo, y los hay también hoy excelentes rehileteros. Pero al público les gusta mucho ver banderillear a los matadores. Hoy son pocos los diestros que banderillean, menos aún los que ejecutan bien la suerte, aunque sus facultades, variedad y espectacularidad sean muy aplaudidas. Una vez conseguido el efectismo, a estos espectadores que han pedido su actuación en este tercio, les importa un bledo su imperfecta ejecución, (se admite alguna excepción)-, que esta sea por el camino fácil de la rutina y la vulgaridad, donde prima el truco y el artificio, dejando los palos eludiendo toda posibilidad de riesgo. Son tretas que no pueden convencer a un mediano aficionado, que sabe cuando y como es, el momento de la verdad. Aficionado que parece ser, se va extinguiendo de las plazas en la Iberia Taurina.-
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