Jueves de la Cena y del Mandato. De la Eucaristía y del Amor Fraterno. Jueves que corre la cortina del nuevo templo que muere, es sepultado y resucita. Ya no hay inaccesibles sancta sanctorum sino comida y bebida de salvación. Ya no hay abluciones rituales sino servicio y caridad. No se ha abolido la ley, sino que se le ha dado plenitud y va maniatada entre olivos, señala el Cielo ante los poderosos de la Tierra y agoniza en un madero. Todo ello lo guarda María en su corazón sosteniendo una corona de espinas. Es la Madre Dolorosa, la mujer salmantina que vio esta misma procesión de Jueves Santo en tiempos difíciles, cuando salía una Virgen de la clausura conventual para seguir a otro Cristo que también ahora se queda en el templo. Es la mujer de fe que sale, que anuncia y solloza en calles y plazas, que no oculta su dolor pero tampoco sus creencias, dando un hermoso testimonio de ese Evangelio que ha de relucir más que el sol en cada creyente.
Tomás González Blázquez
Fotografía: José Fernando Santos Barrueco