Desatado de la columna. Le ha traicionado uno de los Doce. Le ha negado otro. Le han abandonado los suyos. Le han apresado, abofeteado, insultado, escupido, atado a la columna y flagelado. Ahora le desatan. Hasta que el Cireneo o la Verónica le amparen, Dimas le hable o María le mire, nadie se compadecerá de Él, salvo en este momento en que le desatan de la columna. Exhausto, recoge las vestiduras que luego se repartirán y vuelve a atarse a la columna de la entrega plena a la voluntad del Padre. Bebido el cáliz en Getsemaní, ya es uno con la columna de la Pasión, ya ha cargado con todas nuestras pequeñeces para hacernos grandes. Ya es la hora. ¡Levantaos, vamos!
Tomás Blázquez González
Fotografía: José Fernando Santos Barrueco