Esta modalidad selectiva de caza permite reducir en una época clave las cada vez más crecientes poblaciones de esta especie oportunista
En un momento en el que la actividad venatoria rinde su protagonismo a la gestión del campo, la llegada de la primavera es sinónimo de cría, un periodo en el que las especies se sobreponen a los rigores del invierno, fatídica estación que marca el futuro de las poblaciones cinegéticas.
Si existe una especie que ha sabido sobreponerse y adaptarse más allá de lo que la naturaleza pone cada año en el campo, esta es sin lugar a dudas 'maese raposo', el listo, astuto y sigiloso zorro que campea a sus anchas por cualquier rincón de nuestra geografía y que con la llegada de estos meses de primavera recupera para su desgracia el protagonismo con la caza en madriguera.
Esta modalidad se encuentra implantada ya entre los aficionados salmantinos por lo necesaria que supone para la gestión de los cotos de caza su ejercicio, lo que también repercute en la riqueza de los ecosistemas, pues conviene recordar que existen animales en peligro de extinción que se alimentan principalmente de piezas de caza y que compiten con depredadores oportunistas como el protagonista de este reportaje.
El hombre, experto como ningún otro ser sobre la tierra en provocar desequilibrios, en esta ocasión intenta poner remedio a las consecuencias que originan vertederos, basura, carroña, desperdicios de granjas pecuarias o tolvas repletas de pienso para el ganado; en definitiva, un sin fin de recursos alimenticios que le hemos puesto en bandeja a nuestro amigo el raposo y que no desaprovechará.
Control del zorro en los cotos
Como decíamos al principio, pasada la temporada de caza llega el periodo de gestión de nuestros cotos, por ello debemos olvidarnos durante unos meses de nuestra actividad principal para dedicarnos, aún con mayor empeño que la anterior, a cuidar cada uno de los aspectos que garanticen las poblaciones cinegéticas, en definitiva, el equilibrio en el campo.Para realizar una gestión eficiente de nuestros recursos cinegéticos es necesario conocer al detalle las singularidades que recogen cada una de las especies que conforman el hábitat de nuestros cotos. Ello nos ayudará a realizar eficazmente un plan de gestión que a la vez resulte coherente y real, acorde a las necesidades de nuestros pagos.
Dejando de un lado aquellos depredadores que por la seguridad de sus poblaciones la ley establece como especies protegidas, le llega el turno a nuestro zorro, después del lobo, quizá el mamífero más despreciado por el hombre del campo, y no sin razón, pues es raro que por esos lares haya quien no conozca de su astucia y atrevimiento a la hora de procurarse alimento.
El hábitat
Como sucede en el resto de especies, el tamaño de las poblaciones locales de zorros está regulado por la cantidad de alimento disponible en épocas de escasez, y los humanos, con nuestros desperdicios o explotaciones ganaderas, hemos eliminado esas limitaciones.
En varios estudios realizados se ha podido observar que el 50% de los zorros cuyas poblaciones se encontraban cerca de vertederos, la basura constituía su principal alimento, mientras que en lugares con una mayor presencia de especies cinegéticas, estas suponían el 25% de su alimentación, cifra que descendió hasta un 10% llegado el otoño.
Estos datos confirman el carácter omnívoro de la especie, lo que da lugar a que su comportamiento trófico dependa de la disponibilidad de los distintos recursos aprovechables y, de ahí, su capacidad reproductiva.
Los zorros se distribuyen en territorios y cada uno de los cuales debe asegurar a su propietario la suficiente cantidad de alimento, por lo que el tamaño de estos dependerá de los recursos alimenticios que le ofrezca, factor que puede entenderse como calidad trófica.
Núcleos poblacionales
Se ha llegado a demostrar que lugares con una mayor presencia del hombre, y por ende de basureros y explotaciones ganaderas, presentan tasas de zorros que duplican a las poblaciones que registran lugares de monte, lo contrario que sucede con sus áreas de campeo, que llegan incluso a multiplicarse por seis, o lo que es lo mismo: en zonas de monte el área de campeo es seis veces mayor que en zonas ganaderas o con vertederos cercanos.Cada territorio presenta un macho con un número variable de hembras que va de 1 a 4 y existen, además, individuos no dominantes que vagan entre territorios buscando hacerse un sitio en la organización social que presenta cada lugar.
El tamaño medio de las camadas varía entre 3 y 6 cachorros, algo en lo que influirá la cuantía de los recursos de que disponga el territorio, de lo que de existir unas expectativas halagüeñas, pueden sumarse a la reproducción otras hembras del clan hasta alcanzar el equilibrio con el medio. Cuantos más zorros mueran más nacerán, de ahí que esta especie requiera un control tan eficaz como necesario.
Si algo se puede extraer de las costumbres, necesidades y hábitos de este depredador es que sin una reducción de los recursos alimentarios resultará extremadamente difícil controlar sus poblaciones.
Acabar con los basureros y muladares por doquier ha sido uno de los pasos dado por la Administración en los últimos años, pero la capacidad de adaptación del raposo ha quedado más que demostrada en este tiempo, y ahora suelen ser las tolvas de pienso para el ganado uno de sus principales recursos de alimento.
Su control mediante la caza
Sin duda, una cuestión fundamental en el control del zorro es que las campañas de gestión deben realizarse en territorios amplios, hacerlo en sitios localizados no equivaldría más que acabar con unos cuantos ejemplares mientras 'la familia' ocupa posiciones en lugares cercanos a la espera de colonizar los dejados un mes atrás por sus parientes; es decir, una vez falta una pieza de la pirámide jerárquica, esta se renueva de forma inmediata, algo instintivo muy presente en los cánidos.Por otro lado, de realizarse el control de forma local, este será preferible realizarlo en periodos críticos de cría centrando el esfuerzo sobre individuos no dominantes, preferentemente sobre ejemplares jóvenes por la situación que ocupan en la pirámide jerárquica, lo que evitará que se desmonte constantemente la organización social de 'la familia'.
Continuará.