YO. ? Hola, perdona, ¿te importaría guardarme esto ahí hasta mañana? Es que es un mapa para un trabajo muy importante y con la que está cayendo se me va a mojar? Mañana a primera hora vengo a buscarlo.
BEDEL. ? Nosotros no estamos para eso.
YO. ? Ya lo sé, pero no creo que pase nada por dejar esto ahí apartadito en la esquina hasta mañana.
BEDEL. ? Sí, sí, pero ese no es nuestro trabajo.
Conversación tan surrealista como real. A veces me entran ganas de preguntarle a los bedeles en qué consiste exactamente su trabajo. Porque no tengo muy claro que no hacer absolutamente nada sentados dentro de una pecera de cristal sea un trabajo. Tampoco me gusta un pelo que me miren como si me estuvieran perdonando la vida cada vez que les pido algo. Aquí sobra soberbia y falta humanidad.
Hay un apartado especial del género humano que sería digno de un estudio psicológico en toda regla. Son esos maravillosos bedeles, concretamente los bordes, los que se creen los shérifs del condado, que despachan al personal con perlas como "yo eso no tengo por qué saberlo" o echan broncas por cosas que a ellos les parecen imperdonables.
Como en todo, hay clases. Están los bedeles vagos y los bordes. A veces se da todo en uno y tienes que armarte de paciencia para conseguir algo de ellos. Los primeros, los vagos, son esos que no se han movido de su silla en todos sus últimos veinte años de funcionariado. Su máxima absoluta es "eso no es mi trabajo". Consiguen, lo que decía antes, que nadie sepa a ciencia cierta en qué consiste su trabajo. Son como tiestos que pasan su jornada laboral sentados a una mesa, leyendo el periódico o enganchados al teléfono. Baños rotos, llaves extraviadas, ventanas que no cierran, luces que no encienden? nada de eso es competencia suya. No digamos ya el asunto de las fotocopias o la información al público. No intenten descubrir en qué consiste su trabajo para ellos. Morirá en el intento.
El segundo caso es el de los bedeles bordes. Es ese tipo de persona que reniega absolutamente por todo lo que tenga que hacer. Que tiene que apagar las luces del centro, se queja. Que tiene que abrir la puerta del centro, se queja. Que hay mucha gente en los conciertos, se queja. Que toca simulacro, se queja. Que cobra la extraordinaria, se queja. El caso es que quede claro que está enfadado con el mundo y que el mundo es injustísimo con él y eso justifica su humor de perros? y que pueda cargar contra cualquiera que se le ponga por delante. Todo el mundo ha sufrido el azote de un bedel borde. Sí, usted también, haga memoria. Este es el caso más extendido de bedel malogrado. Y debe ser contagioso, porque si hay un bedel borde entre un grupo que era eficiente, al final todos se corrompen. Un bedel borde puede arruinarte el día. Puede mandarte a la calle por tomarte un café donde él considera que no debes, mandarte a casa por no llevar el papelito acreditativo de turno aunque te haya visto todos los días durante 10 años. Puede mandar a la calle a esperar al abuelito de turno en pleno invierno?
Y no quiero decir con esto que todos los bedeles sean perros rabiosos deseosos de hacerte la vida imposible o, por lo menos, provocarte un sarpullido de rabia cuando se empeñan en ser desagradables. ¡No, por dios! Tengo que reconocer públicamente que hay algunos bedeles, como los (concretamente "las") de la Facultad de Físicas, que son la amabilidad hecha persona. Supongo que tiene que haber de todo en los viñedos castellanos. Y es que tampoco cuesta nada ser un poco amable con las personas con las que trabajas. Es mucho más fácil tratar con la gente si pones de tu parte una sonrisa. Chico, si no te gusta tratar con el público, haberte buscado otro trabajo. Pero si tienes que ver 500 personas al día y responder a sus peticiones, carajo, por lo menos hazlo con una sonrisa o un gesto amable. Que es gratis, no duele y ayuda mucho. Hace sentir bien al que tienes enfrente. Las sonrisas son contagiosas. Ablandan el alma.
No sé cuáles son sus nombres, pero las bedelas de Físicas tienen todo mi respeto. ¡Un aplauso para ellas! Jamás te ponen una mala cara. Todavía está por la primera vez en cinco años que me hayan dado una mala contestación si les pedimos que nos grapen unos folios, guarden unos mapas mientras deja o no de llover, vengan a clase a ver qué pasa con el proyector, nos traigan un alargador o tengan el material de turno dispuesto a la hora en la que se necesita. Que claro, también podéis pensar, es su trabajo. ¿Qué hago yo aquí lanzando alabanzas hacia quien hace su trabajo? Pues visto lo que hay que aguantar en otras partes, me veo en la obligación de rendir homenaje a estas trabajadoras.
Que, por cierto, casi siempre tienen una buena cara y un saludo en la boca. ¡Qué bien se siente uno cuando un bedel es amable con nosotros! Digo yo, ¿los bedeles bordes qué sentirán cuando alguien es amable con ellos?¿Y cuando no?¿No se enfadarán, como yo, cuando tienen que soportar una mala contestación inmerecida? A lo mejor piensan: "Anda mira, este es más borde que yo? ¡Mierda!". Empiezo a pensar que el viejo mito de que les corre escarcha por las venas tiene más de verdad que de leyenda?
En fin, querido lector, ¿qué le costará al personal ser amable? Ni que vivieran en un continuo lunes por la mañana? Todos seríamos un poquito más felices. Pienso yo, no sé. Mientras tanto, toca aguantar lo que el bedel borde de turno tenga preparado para nosotros. Salvo los que estudiamos Físicas. Ah, se siente.