Reboda

Eran novios y se querían, y en consecuencia, en pleno ejercicio de sus derechos como personas adultas y libres, decidieron casarse. Hasta aquí todo normal. El hecho de que ninguna de las dos familias aceptara a la parte contraria, y mucho menos a la familia de la parte contraria, también podría entrar dentro de lo normal, entendiéndose como normal lo que ocurre con cierta frecuencia, y no en su significado académico de "aquello que se atiene a la norma". Lo que ya empezó a salirse de lo normal, en cualquiera de sus acepciones, fue lo que ocurrió a continuación.

Admitiendo lo inevitable, las dos familias se volcaron en la preparación de la boda con la sana y "normal" intención, no solo de proponer, sino también de disponer, aprovechando la coyuntura para utilizar los asuntos a tratar como arma arrojadiza. Los novios, por su parte, tuvieron la descabellada idea de tomar sus propias decisiones. La más controvertida fue la de celebrar la boda en tierras del novio. Los motivos: les gustaba más el lugar y las costumbres de celebración de esa cuidad, y los invitados por parte de la novia eran menos, con lo que menos personas tendrían que desplazarse.

El razonamiento de los chicos podría ser lógico, pero solo sirvió para echar más leña al fuego, provocando un enfrentamiento que acabó en boicot familiar:"Nosotros no iremos a tu ciudad ? Ni nosotros a la tuya". Los respectivos padres tomaron la salomónica decisión de que la boda se iba a celebrar dos veces: boda y celebración donde él, y a los quince días, donde ella. En este caso solo celebración porque lo de casarse otra vez ya no colaba. A cada ciudad solo viajarían los padres del contrario por aquello de hacer acto de presencia.

Los novios aceptaron, qué remedio, y decidieron seguir adelante con sus planes pensando que las cosas no se podían poner peor. ¡Craso error! Tres días antes de la fecha señalada, mientras tomaban unos vinos, la novia recibe una escueta llamada al móvil por la que sus padres le comunican que ellos tampoco van a asistir a la boda a tierras del chico, no se han puesto de acuerdo con la parte contraria sobre el pago de las flores que adornarán la ceremonia.

Contra viento y marea los chicos se casaron en la cuidad del novio, con una novia huérfana y sola, y quince días más tarde, en tierras de la chica, volvieron a vestirse de pontifical para celebrar por parte de ella, y sin ningún invitado por parte del chico.

Al menos los novios amortizaron la ropa de la boda.