Lunes, 20 de enero de 2025
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El testigo de la lucha por la dignidad
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El testigo de la lucha por la dignidad

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Son las dos de la mañana de una fría y lluviosa noche de enero. Estoy sentado en un incómodo sillón de una habitación de un hospital público. La estancia está casi totalmente a oscuras, solamente las pequeñas luces de una máquina dosificadora y la que entra del pasillo por la rendija de la puerta que está entreabierta iluminan débilmente el habitáculo. Frente de mi hay dos camas y en cada una de ellas un hombre de edad avanzada, los dos nacieron en los felices años 20 del siglo pasado y ahora están recorriendo el último trecho de su largo camino de trabajo y penalidades salpicado, como no, de momentos felices, faltaría más. Los dos están orgullosos de saber que su esfuerzo sirvió, a partir de los años 40 y posteriores, para levantar un país hundido en la miseria, roto y desestructurado a consecuencia de una guerra fratricida, que ninguno de los dos quiso pero que ambos pagaron con creces sus criminales consecuencias.

Ambos proceden del mundo rural y han trabajado muy duro, fueron obreros toda su vida, uno en el campo y en las minas de wolframio para hacer tanques de guerra y desde entonces le quedó algo en los pulmones que aún arrastra ya que su respiración es sonora y dificultosa, el otro, que pasó demasiados catarros y bronconeumonías mal curadas en su juventud debido a las humedades recogidas desde el alba hasta la noche, lloviera o hiciera sol, respira algo mejor, pero sus pulmones, no bien cuidados en aquellos años, también le están jugando una mala pasada.

A los dos les une un sentimiento de clase, los dos han sido, y son aún, plena y conscientemente de izquierdas, los dos han sabido siempre a qué clase social han pertenecido y pertenecen, ambos han luchado para que sus hijos no pasaran lo que ellos tuvieron que pasar y terminar, uno emigrando al extranjero y el otro, que nació en el extranjero, se vino a España para terminar perdiendo a su padre, cuando todavía era un niño, en una mañana de agosto del 36 cuando era trasladado a la cárcel de Salamanca por sindicalista, terminando años más tarde como obrero ferroviario, cosa que siguió haciendo hasta su jubilación.

Ninguno de los dos tuvo la oportunidad de poder demostrar su valía intelectual, no pudieron, no les dejaron, y aunque han gozado en su madurez de cierta tranquilidad y bienestar gracias al esfuerzo de su generación y posteriores, y disfrutado de alguna dosis de su gran sueño de libertad y democracia, ahora, cuando el camino recorrido les habla del largo trecho recorrido y, por tanto, de la cortedad del que les queda por recorrer, ahora, repito, cuando necesitan de todos los cuidados y avances que la medicina ha tenido en los últimos años, y comprueban cómo los recortes que se están haciendo en sanidad debido a la crisis-estafa que padecemos, influyen en la calidad de los cuidados que están recibiendo.

Esta noche, uno de los dos, dijo que tenía algo de frío, en toda la planta no había ni una sola manta, se tuvo que conformar con una colcha. Los enfermos respiran con dificultad mientras los pintores hacen de las suyas en el pasillo invadiendo las habitaciones de un olor a pintura sintética que no es lo mejor para ellos ya que las reformas del hospital se están haciendo, según el proyecto, a costa de las incomodidades de los pacientes, sus parientes y de los propios trabajadores del mismo. El inodoro de la habitación está sin fijar, se mueve y nadie va a arreglarlo. Si se sube por las escaleras hasta el último piso, donde las limpiadoras no llegan, allí, al lado de las cajas de los ascensores, en un rincón, hay docenas de colillas mezcladas con el polvo de varios meses y en una dependencia contigua se amontonan utensilios y muebles sanitarios rotos y abandonados a su suerte sin que nadie los repare o los saque de allí por falta de personal.

Simplemente nuestros mayores no merecen andar el último trecho de su vida rodeados de tanta dejadez criminal, alguien se ha encargado de quitarles parte de sus derechos y lo peor es que lo está consiguiendo. La diferencia de atención que tienen los dos ancianos que tengo delante de mi con la que ha tenido su majestad o el encarcelado ex tesorero del partido que nos gobierna debe ser tal, que no me atrevo ni a medirla, a pesar de los denodados esfuerzos de algunos miembros de la comunidad sanitaria para que sea la menor posible, esfuerzo loable que algunos sanitarios demuestran a diario, a pesar de que cada vez son menos y, por tanto, tienen más trabajo.

Mientras tanto, lo ocurrido en Burgos debiera hacer pensar a alguien, cosa que dudo, que no somos tontos y que hay gente dispuesta a recoger el testigo de la lucha por los derechos humanos que los dos ancianos que tengo a mi vera llevaron durante toda su vida con tanta dignidad.

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