El mundo rural es muy rico en tradiciones y mitos, casi todos ellos referidos al entorno próximo, como estamos viendo en esta serie de leyendas rurales y que, en principio, terminan hoy con esta tercera parte. Abandono las leyendas del mundo animal con el ejemplo del cuco, Cuculus canorus, siempre asociado al abuso y al parasitismo, ya que pone sus huevos en el nido de otras especies, principalmente en los de cuervo, para que estos los alimenten y así se críen los suyos sin necesidad de ningún esfuerzo. La cría de cuco tira, literalmente, los huevos del cuervo del nido o, si llegan a salir del cascarón, debido a su voracidad, dejan a sus hermanos sin comida.
Qué atrevida es la ignorancia, reza uno de los dichos más populares de nuestro país. Mientras nosotros sojuzgamos, pues aceptamos la teórica realidad sin conocer todos los datos y, guiados por nuestros prejuicios, damos por hecho que las cosas son así. Los pollos de cuco emanan unos efluvios, mezcla de diferentes productos químicos, ácidos, fenoles, y varias clases de sulfuros, que apestan a los posibles depredadores, lo que también favorece a las crías de cuervo. En definitiva, hablamos de comensalismo, el beneficio es recíproco, y no de parasitismo, donde unos viven a costa de los otros (¡no, no voy a hacer el símil fácil!). Dejemos el mundo animal, pues se necesitaría casi una columna para cada especie? y sin entrar en las fábulas.
Unas leyendas que también se encuentran en el mundo de las piedras y rocas, en la geología. ¿Existe algún lugar en la Península Ibérica donde no se encuentren, "talladas", las diferentes marcas que dejó tal Virgen, o Diablo, al saltar, patear, bailar,? en una determinada piedra? Son muy comunes las huellas de erosión diferencial, es decir, lugares donde hay una diferencia en la velocidad de la erosión superficial, lo que provoca esas cicatrices, que pueden adoptar infinidad de formas: de pie, de pezuña, de garra, de dedos? por no hablar de las "marmitas de gigantes", esas pequeñas pozas, casi esféricas, que se encuentran, en las zonas graníticas, en multitud de regatos y pequeñas corrientes de agua, y que son debidos, precisamente, a las corrientes de agua y las líneas de debilidad que se encuentran en los granitoides.
Otro aspecto muy notable de nuestras leyendas lo podemos encontrar en la Toponimia de diferentes lugares y que pervive a través del tiempo y las generaciones. En Salamanca, en la zona oeste, es muy frecuente encontrar pozos, lagunas, cascadas, parajes, fuentes, o similares, airones, de Airón. Si preguntáis a los habitantes de la zona muchos de ellos os dirán que, o no lo saben, o es porque, en determinado momento, cuando tienen mucho caudal, generalmente, suenan como si estuviera soplando aire, como si hubiese mucho "airón". No hay ninguna similitud, se suele pensar, acertadamente.
Volviendo la vista atrás unos cuantos siglos, por no decir milenios, cuando no existían las demarcaciones actuales, ni los países o reinos, nos encontramos que los pueblos neolíticos que ocupaban esta zona oeste de la Península Ibérica adoraban al dios Airón, relacionado con las aguas profundas, saltos y simas. Airón gobernaba el agua, la fuente de la vida, y la vegetación; a la vez que regía el inframundo, pues de ahí emerge la vida.
Aunque, si he de quedarme con una leyenda de las muchas existentes es, sin lugar a dudas, el mito del buen poblador del campo. En él, los habitantes del agro son considerados como los conservadores del entorno, los conocedores de los usos y costumbres de las plantas y animales. Hace décadas pudo ser cierto, pues el contacto era directo, diario, y la supervivencia de sus familias pasaba por prestar atención a todo lo que ocurría alrededor. Hoy por hoy se ha perdido: hemos vendido nuestra alma al vil metal, y no hay tiempo para nada? ni para nadie.
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