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El padrino
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El padrino

Actualizado 17/03/2014

Vamos a contar verdades.

Muchas veces mis amigos no-músicos me preguntan qué hay de verdad en esas leyendas sobre las mafias y favoritismos que rodean el mundo de la música. ¿Eso también pasa en la clásica?, me preguntan. Yo, queriendo barrer para casa y con la vista puesta siempre en fichar al mayor número de inocentes, muchas veces me callo y cuento la versión bonita. Esa en la que todo es armonía, melodías dulces, paz y amor entre los músicos, tardes de risas en ensayos y plenas satisfacciones ante el aplauso sincero del público. Y parte de todo eso sí que hay, pero la cara oculta de la Luna está ahí, agazapada esperando que lleves unos cuantos años metido en el mundillo para atacarte cuando menos te lo esperas.

Reprimo la parte de la historia que pueda desanimar al personal o alejarlo de este mundillo apasionante. En la música hay de todo, como cada lector podrá suponer. Hay momentos de delicias y ratos de rabia. Hay estereotipos predominantes en la imaginación de todos que se hacen realidad en esta profesión. Y todas esas figuras se pueden dividir en tres: las motores, las conectoras y las destructoras.

Hoy, por empezar fuerte y siguiendo el ejemplo de mi buen amigo Enrique Blanco con su "Alumno: guía de avistamiento", os voy a presentar a la figura destructora por excelencia, la maldad personificada en el mundillo de la música: el padrino.

¿Quién es? El Padrino es ese personaje que no puede faltar en todo ambiente concertístico que se precie. Va trepando en la oscuridad hacia su privilegiada posición final, donde hace y deshace a placer y ejerce competencias propias y ajenas, para lo que puede reunir los méritos oportunos o no. ¿Pueden imaginarse un organizador de un ciclo de conciertos que no haya visto una corchea en su vida? Pues eso. No le importa ir derribando por el camino todo lo que se le interponga. Sabe que, una vez en su altar, tendrá en sus manos decidir quién toca aquí o allá. Y lo más importante, tendrá el báculo dorado con el que pueda decidir a quién veta. Si te enfrentas a un Padrino sin las pilas de autoconfianza hasta arriba, estás perdido. Puede acabar con tu carrera sin que haya despegado. Es capaz de tocar los teléfonos oportunos para, sutilmente, incordiar lo suficiente para que no te contrate, te den largas o tu vida musical quede reducida a la sala de música de tu casa. Si has cabreado a uno de estos personajes, que Bach te ampare.

¿Qué pretende? Que todo se mueva a su antojo. En resumidas cuentas, dominar el mundo. En este caso, el mundillo musical, pero mundo al fin y al cabo. Y el peligro reside en dos puntos:

Se cree en posesión de la razón absoluta y esto hace que no sienta una pizca de remordimiento por las maniobras que teje a su alrededor en su beneficio.

Solo tiene una máxima: en el amor y la guerra, todo vale. En busca de su beneficio y mantener su posición y poder, queda fuera toda justificación.

¿Por qué tiene poder? Porque se lo hemos dado. Así de simple. En algún momento, alguien nos convenció de que para entrar en determinados lugares o acceder a según qué círculos, uno no podía abrirse paso por sí mismo. No, necesitaba un padrino. Alguien que hiciese algún tipo de magia oculta y ajena a nosotros, para facilitar nuestro camino. Y desde entonces. ¿Quieres pasar a un escalafón superior en tu carrera musical? Necesitas caerle bien a alguien. "Caerle bien a alguien", en términos musicales, viene asociado a bailarle el agua a alguien. Se puede bailar el agua de muchas formas, monetarias incluidas, pero una de las clásicas es recorrerte la geografía patria para hacer el curso de turno que el Padrino que te has buscado da en Matamurciélagos de Chinchibarra y por el que desembolsas la cantidad oportuna. Si no juegas a su juego tienes un grave problema: veto. ¿Entiende mi enfado, querido lector?

¿Qué se puede hacer? Para defenderse del azote de un Padrino solo hay una cosa que se pueda hacer: convertirse en otro. Si consigues una lista de contactos y un respaldo que pueda ir haciéndole sombra, el Padrino se echará a temblar. Si, además de todo eso, logras hacerlo tratando a tu personal de la forma correcta, con moral, tienes el camino a la victoria abierto ante ti. Pero el poder corrompe y cuando menos te lo esperes estarás tan sediento de poder que no dudarás en poner en marcha las viejas tácticas de guerra del Padrino al que derrocaste. Llegará un momento en que el poder del Anillo te haya poseído como un Gollum y para mantenerlo puede que no te importe arremeter contra compañeros, amigos o colegas. Si tienes que elaborar una trama retorcida para obtener algo que quieres, lo haces. Si hay que hacer camas, amenazar con retiradas, amedrentar morales o vetar a quien viene pisando fuerte por tu mismo camino, se hace. Todo vale en la lucha por el poder musical.

Pobre lector, ¿acaso pensaba usted que este era un mundillo idílico y todo a nuestro alrededor huele a rosas frescas?¿Tiene usted hijos dando sus primeras brazadas en la piscina musical? Desarrolle su paciencia y enséñelos a colocarse un chubasquero mental para que no acaben su carrera antes de tiempo, traumatizados cuando se crucen con quien no deben.

¿Se ha fijado, querido lector, qué elegante he sido? No he dado ni un solo nombre y, sin embargo, todos mis colegas de profesión han puesto caras, nombres y apellidos a los Padrinos que se han cruzado por tierras charras. Cuanto más pequeña es la capital, más descarado se vuelve el comportamiento de estos personajes. Se les ve a la legua. La próxima vez que vayan a un concierto acuérdese de mí y de lo mucho que valoro la libertad de expresión. Sea crítico, no dé alas a los que quieren volar por encima de todos los demás. Pregúntese quién organiza los eventos o por qué aparecen unos más que otros. No se siente en la butaca simplemente "a ver qué ponen".

En este país siempre hay que triunfar contra alguien, si no consigues lo que quieres llevándote a alguien por el camino, o no has triunfado o el éxito no vale nada. Queridísimo lector, lo tengo por inteligente, no deje que le convenzan de esto último. Uno triunfa por y para sí mismo. Si para ello derrotas a todo el que se cruza en tu camino, te derrotas a ti mismo. Sea todo lo honrado que pueda, ya tenemos suficientes Padrinos y mafiosos en este país de pandereta. No pase por el aro.

Yo confío en usted.

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