Hoy en día, después de siglos de analfabetismo e ignorancia, la mayoría de los españoles posee algún nivel educativo y entre los jóvenes el porcentaje de aquellos que hacen una carrera universitaria está entre los más altos de Europa.
Eso no quiere decir, lamentablemente, que tengamos la generación "más preparada de nuestra historia" como los políticos y periodistas demagogos intentan hacernos creer.
Simplemente, tenemos la generación que ha tenido más oportunidades educativas de la historia, gracias entre otras cosas a la importante inversión en educación, investigación y universidades realizada en los últimos 20 años.
Esta destacada inversión en educación ha tenido básicamente dos problemas, el primero la ausencia de una política educativa de Estado al margen de consideraciones e intereses políticos, en segundo lugar, la minusvaloración social de los profesores, eternos maltratados por todas las reformas educativas y ninguneados en muchos casos por las propias familias.
La consideración social que tenía el maestro como educador se ha ido perdiendo con el tiempo a medida que a los padres solo les interesaba "aparcar" a los niños en la escuela.
El prestigio y el progreso social que suponía estudiar una carrera universitaria o sencillamente tener una buena formación se desvaneció entre el humo del dinero fácil ganado con la construcción o la especulación.
Hemos visto a padres que presumían de no saber nada y ganar mucho dinero y ese ejemplo se trasladaba a unos jóvenes a los que alucinaba el dinero fácil, el consumo y "el famoseo".
Hace no tantos años un banquero de nombre Mario Conde, más tarde condenado por la justicia, se paseaba por España en olor de multitudes convirtiéndose en un ídolo juvenil.
La educación, la buena formación no interesaba y la desmotivación de muchos jóvenes hizo que los profesores sobre todo en la etapa de bachillerato tuvieran que lidiar con cursos muy conflictivos ante la indiferencia de los padres y de la propia sociedad.
La responsabilidad del desprestigio del maestro y del docente es pues de toda la sociedad, incluyendo, por supuesto, a los distintos políticos que los convirtieron en ratas de laboratorio para sus "leyes educativas".
Ahora cuando por efecto de la crisis los recortes en educación están marginando a muchos jóvenes del conocimiento nos lamentamos de ello. De la misma manera que la antaño "nefasta" sanidad pública, por mor de los recortes, es alabada sistemáticamente como la mejor del mundo por los mismos que no hace tantos años la criticaban.
Es hora, por lo tanto de que la sociedad, las familias y los distintos grupos políticos se planteen que la educación es una inversión imprescindible para la mejora social y económica del país y dejen de zarandearla por intereses extraños.
Urge un pacto social para la mejora de la enseñanza a todos los niveles y para la revalorización del papel del maestro como elemento fundamental del proceso educativo.