"Siendo rico se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza". Sobre estas palabras de San Pablo a los Corintios entreteje el Papa Francisco el mensaje cuaresmal con el que desea ayudarnos a recorrer el camino de la conversión.
Evidentemente, el que se hizo pobre siendo rico es Jesucristo. En él hemos descubierto que "Dios no se revela mediante el poder y la riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y la pobreza". Es más en esa frase de San Pablo nos llama la atención que Cristo no nos haya liberado por medio de su riqueza, sino por medio de su pobreza.
Esa pobreza que nos ha liberado no es sólo carencia de dinero, Es su modo de amarnos y de estar cerca de nosotros como el buen samaritano de la parábola evangélica. Al compartir con nosotros su amor, su compasión y su ternura Jesucristo no da la verdadera libertad, la verdadera salvación y la verdadera felicidad.
Estas afirmaciones son unas paradojas difíciles de comprender y de aceptar en esta sociedad del despilfarro y de la apariencia. Pero, si bien se miran, estas actitudes del mundo al revés son las que realmente nos ofrecen serenidad. Sobre todo, al ver que Alguien ha optado por ese estilo de vida por nosotros.
Y nosotros hemos sido llamados a colaborar con Él en la gran obra de la liberación de nuestra humanidad. A veces pretendemos hacerlo por medio de medios brillantes y costosos. Sin embargo, a imitación del Maestro, hemos de mirar las miserias de los hermanos, tocarlas y tratar de aliviarlas con obras eficaces.
Claro que los conceptos a veces se esfuman ante nosotros. Según el Papa Francisco, "la miseria no coincide con la pobreza; la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza". Pues bien, no deberíamos ignorar los tres tipos de miseria que se presentan ante nuestros ojos:
? La miseria material se manifiesta en la privación de los derechos fundamentales y en la carencia de los bienes de primera necesidad que se deben a toda persona.
? La miseria moral se descubre en las numerosas esclavitudes y adicciones que amarran a las personas al vicio, al pecado y a sus continuas seducciones.
? La miseria espiritual nos golpea cuando nos alejamos de Dios y rechazamos su amor y su perdón, pensando con orgullo que nos bastamos a nosotros mismos.
Frente a esta triple miseria que nos presenta este mundo, todos los cristianos estamos llamados a anunciar con gozo el mensaje de misericordia y de esperanza que brota del Evangelio. Será difícil, pero es una tarea hermosa e inolvidable.
La Cuaresma es un tiempo propicio para dar gracias por la salvación que la pobreza y la cercanía de Cristo nos han ganado. Y es también el tiempo adecuado para dar testimonio de ese mensaje de salvación ante todas las personas que sufren la miseria material, moral y espiritual. Un mensaje que ha de convertirse en compasión y en servicio activo.
FIDELIDAD Y FELICIDAD
Domingo 1º de Cuaresma. A
9 de marzo de 2014
La tentación se ha convertido en un tema predilecto para los publicistas que tratan de vender un nuevo producto. El ideal sería que nunca nos llegaran a seducir las cosas o las acciones que nos deshumanizan. Pero lo malo de la tentación es que se nos presenta tan disfrazada que apenas logramos reconocerla como tal.
En su exhortación "La alegría del Evangelio", el Papa Francisco ha señalado cuatro tentaciones: la acedia egoísta, el pesimismo estéril, la mundanidad espiritual y las guerras entre los creyentes (nn.81-86.93-101). Esas tentaciones nos alejan del camino que nos habría de llevar a conseguir lo mejor de nosotros mismos y a anunciar el Evangelio.
El texto del libro del Génesis que hoy se lee en la misa nos sugiere que la gran tentación del ser humano es la de despreciar la voluntad divina (Gen 2,7-9; 3,1-7). Al ceder a la tentación, la persona rompe la relación de armonía con lo otro, con los otros y con el absolutamente Otro.
EL ENGAÑO QUE SEDUCE
Si el primer Adán cede a la tentación, Cristo, el segundo Adán, la supera. Como todos los años, al principio de la cuaresma, hoy contemplamos a Jesús en el desierto (Mt 4,1-11). El evangelio nos dice que Jesús sale victorioso de las pruebas a las que es sometida su categoría divina y hasta su calidad humana. Jesús fue sometido una y otra vez a la prueba.
En el caso de nuestras tentaciones la cuestión de fondo era, es y será siempre la misma. Hemos de preguntarnos por las hondas razones que nos mueven a caminar. Hemos de plantearnos el por qué y el para qué de nuestras elecciones.
La gran tentación es la de volver la espalda a la verdad. La de pretender ignorar el plan de Dios y nuestra propia dignidad de Hijos de Dios. Nuestra gran tentación es el engaño que con tanta frecuencia aceptamos como normal e inofensivo.
San Pablo nos recuerda que la salvación que nos llega por Cristo nos redime del mal que desde siempre nos seduce.
TENTADORES DE DIOS
A la última tentación Jesús responde citando un tajante texto del Deuteronomio: "No tentarás al Señor tu Dios". De ser tentados pasamos con frecuencia a ser tentadores. Tentadores de los demás y hasta de Dios.
? "No tentarás al Señor tu Dios". Tentamos a Dios cuando olvidamos su amor y adoramos a las cosas, como si fueran un dios que puede salvarnos y merecer nuestro amor.
? "No tentarás al Señor tu Dios". Tentamos a Dios cuando pretendemos ser nosotros la fuente de la fe y la esperanza, del amor y de la vida, de la paz y la justicia.
? "No tentarás al Señor tu Dios". Tentamos a Dios cuando nos llamamos hijos suyos y olvidamos a nuestros hermanos, que también lo llaman "Padre".
A la luz de este mensaje, será necesario revisar las tentaciones del tener, el poder y el placer, que continuamente tratan de desviarnos del camino del Señor. La cuaresma es un tiempo propicio para este examen sobre la verdad de nuestra vida.
- Señor Jesús, tentado como nosotros, te damos gracias por habernos revelado, con el ejemplo de tu insobornable fidelidad al Padre, el camino de la fidelidad que nos conduce a la felicidad.
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