Como cada año, el calendario litúrgico nos introduce en un camino de cuarenta días que se llama cuaresma. Con el pórtico de la ceniza, la iglesia propone un itinerario pedagógico y catequético, que nos conduce a la celebración del núcleo de nuestra fe: la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.
En la Iglesia de los estudiantes, San Benito, el pasado miércoles de ceniza, éramos invitados a desempolvar y quitar las telarañas de la fe y de todo lo relativo a ella, que todos guardamos en el baúl de los recuerdos. Sobre todo, sobre todo, quitemos el polvo a la Biblia y volvamos (o empecemos) a abrirla, a leerla, a orarla, a estudiarla, a compartirla? La Palabra de Dios tiene tal potencia y vigor, que ella sola es capaz de iluminar nuestra vida, guiar nuestros pasos y llevarnos a un nuevo impulso. Junto a la Palabra, todo lo que tiene relación con nuestra fe: desde los sacramentos, hasta la justicia que brota del Reino. ¡Hay tantas telarañas en nuestro acceso a todas estas cosas, que seguramente la esencia habita distorsionada en nuestra manera de vivir la fe, por muy cura o catequista (por ejemplo) que podamos ser.
No sé por qué, pero en estos días me viene mucho a la cabeza y al corazón el asunto de los dos esquemas o maneras de entender la vida cristiana.
* Por un lado el esquema de que la vida cristiana es hacer y hacer, trabajar y trabajar, luchar, conquistar? Y ponerle todos los verbos que queráis: ayunar, orar, hacer limosna, venir a misa? Es el esquema que tiene detrás algo ciertamente peligroso por injusto e irreal: que la salvación es obra de nuestra conquista, de nuestros méritos, de nuestro esfuerzo? de nuestros puños. Y claro: así nos luce el pelo, porque la debilidad y el pecado los podemos disfrazar, pero tarde o temprano aparecen con toda su crudeza sobre personas, instituciones y colectivos y sacan a la primera plana de la realidad nuestras miserias. Nos caemos con todo el equipo. Es el viejo asunto del gigante de los pies de barro.
* Es preferible ?estoy convencido- el otro esquema: ponernos en las manos del Señor con la confianza que un niño es pone en brazos de su madre y como el barro en manos del alfarero, dejarnos hacer, dejarnos transformar? Este esquema supone que la salvación no es conquista nuestra, sino oferta gratuita que Jesucristo nos ofrece? La Palabra de Dios del miércoles de ceniza nos iluminaba mucho estas claves, que leídas no desde el activismo, sino desde la recepción agradecida de una oferta, son capaces de ensanchar el alma:
* Rasgad los corazones, no las vestiduras.
* Renuévame por dentro con espíritu firme.
* Dejaos reconciliar con Dios.
* Tu Padre que ve en lo secreto, te lo pagará.
¡Cada día me admira más la sabiduría, la verdad y la luz que brota de la Biblia!