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La Virgen de Jean Fouquet
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La Virgen de Jean Fouquet

Actualizado 03/03/2014

La Virgen con el Niño y ángeles. Jean Fouquet

Hasta el 25 de mayo de 2014 el Museo del Prado alberga como obra invitada la tabla de Jean Fouquet "La virgen con el Niño y ángeles" procedente del Real Museo de Bellas Artes de Amberes. Magnífica oportunidad de ver una obra sumamente original de la pintura francesa del siglo XV, escuela escasamente representada en las colecciones de la pinacoteca nacional, salvo por la espléndida "La oración en el Huerto" con el donante Luis I de Orleans, obra probablemente de Colart de Laon (1405-1408) adquirida recientemente por el museo.

La madonna de Fouquet formaba parte de un díptico que el comitente (la persona que encarga la obra) Etienne Chevalier, tesorero de los reyes Carlos VII y Luis XI de Francia mandó hacer para la Colegiata de Melum, que era su villa natal y donde establece su enterramiento junto a su mujer Catherine Budé, fallecida en 1452. El díptico está formado por la tabla del comitente arrodillado junto a su santo protector San Esteban que pertenece a la Gemäldegalerie de Berlin y la tabla de la Virgen de la leche con el Niño y ángeles.

Jean Fouquet (Tours, h 1420-1481) es el mejor pintor y miniaturista francés del siglo XV obteniendo en vida reconocimiento y fama. El escultor, arquitecto y tratadista Antonio Averlino, conocido como il Filarete, en su Trattato dell'arquitettura (1460-1465) menciona a Fouquet como un buen maestro sobre todo en pintar "del natural", es decir representado figuras, objetos, paisajes del natural, sin recurrir a modelos (È buono maestro, maxime a ritrarre del natural). Para il Filarete, Fouquet es uno de los artistas capaces de realizar el ciclo de pinturas del palacio que se propone construir para Francesco Sforza, duque de Milán, en su ciudad ideal, la "Sforzinda". El estilo de Fouquet es una síntesis entre Flandes e Italia ?muy similar a lo que hará años después el pintor castellano Pedro Berruguete- . Su formación y su capacidad para reproducir la realidad es flamenca pero la originalidad en sus composiciones tiene mucho de la influencia italiana.

En esta tabla de belleza excepcional, la Virgen y el niño son representados en un ámbito casi abstracto. La composición se concibe con fórmulas geométricas: Círculos trazados con compás, hexágonos, octógonos, etc que se inscriben dentro de un círculo central que acoge la composición principal. La geometrización es total, la cabeza de la Virgen es ovoide y su seno descubierto, propio de la iconografía de la Virgen de la leche, es una semicircunferencia perfecta. Este tipo iconográfico de la Virgen amamantando al niño o Galactotrofusa es muy del gusto occidental. Se trata de una escena cotidiana y maternal pero en claro paralelismo con los fieles, dependientes de su madre, la Iglesia, encarnada en María; por eso este tema fue elegido por los donantes que querían retratarse junto a la Virgen apelando a su influencia mediadora ante Jesús garantizándose así un lugar en el cielo.

En esta representación la Virgen aparece frontal, sentada en un rico trono. La corona de perlas y piedras preciosas, que descansa sobre su cabeza sujetando un velo transparente, la identifica como reina de los cielos. Siguiendo el ideal de belleza de la época su piel es blanca como el marfil, casi sin cejas, con el nacimiento del cabello muy atrás y unos rasgos, que según cuenta la leyenda, serían los de Agnes Sorel, la amante del rey Carlos VII, de la que Etienne Chevalier fue testamentario. Las carnaciones blancas de madre e hijo, así como el manto de armiño que luce la Virgen, contrastan vivamente con la fuerza que irradian los rojos y azules del coro de ángeles monocromos que acompañan a la madonna. Serafines rojos, abrasadores, como ya los menciona el profeta Isaías (6, 1-7) relacionándolos con impresiones de fuego o quemazón y querubines azules, que irradian sabiduría, guardan a la Virgen.

La tabla es un portento de técnica artística donde es posible diferenciar cada una de las calidades de los distintos materiales utilizados para embellecer a la Virgen. Los efectos de luz sobre la superficie pulida de las dos bolas de ónix del trono, nos remite a van Eyck y el espejo curvo del matrimonio Arnolfini pero también encontramos ecos de las obras de Paolo Ucello y Piero della Francesca en esa búsqueda de la tridimensionalidad de la pintura. Incluso intenta simular el brillo de la cerámica vidriada que el artista ha podido conocer en Florencia, está documentada su estancia en Italia, en lugar de tratar los personajes como si fueran esculturas de madera policromada, que era lo habitual en los pintores de tradición flamenca.

En definitiva, esta madonna resulta una obra absolutamente única y sorprendente. Su abstracción y formas geométricas tienen una modernidad increíble. Sin duda, para no perderse su contemplación en las salas del Prado.

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