Esta mujer, de rostro avejentado, a veinticuatro horas de la muerte, aún espera ese tiro de película que rompa la soga, pero al ser más pobre "que un discurso de incompetencia", no paga abogados y ni siquiera tiene alternativas para morir. Espera desesperada que un tifón arrastre la turba de miradas gozosas de lapidarla y, si no, que fluya un volcán o un terremoto y la mate con la dignidad de la naturaleza. ¿Qué importa su pecado? Ella no ha matado a nadie, sino al contrario, ha dado la vida a un hijo. ¿Qué importa su delito? Ella, una mujer divorciada, ha tenido un hijo con quien le ha dado la gana. Pero la ley es una moneda con dos caras: la de los ricos y la de los pobres, la de la fornicación y la del adulterio y a ella le ha caído la cruz como una losa. "Mi crimen es ser mujer".
Fue el caso de Safiya Hussaini en la Argelia de hace doce años. Es el caso de innumerables Safiyas en muchos lugares de la tierra. A nuestra Safiya, a la que salvamos como Comunidad Internacional, en nombre de los derechos humanos y de la dignidad, hoy ya no la podríamos salvar. La España solidaria, nuestro país, por si alguien aún no lo sabe, "se ha declarado incompetente" para defender la justicia universal. De nada vale que la Soraya de la oposición parlamentaria diga que "es una aberración"; que el resto de partidos opinen que es la "ley de punto final", o que el sentido común lo vea como un "crimen". ¿Qué más da? Aquí manda la mayoría, y si la semana pasada defendíamos a los no nacidos, hoy presuntamente nos cargamos a los vivos porque nos da la gana.
Y además por la vía rápida. ¿Qué es eso de esperar un informe del CGPJ, del Consejo de Estado o del Consejo de Fiscales? Se tramita directamente desde el grupo parlamentario y se acabó. ¿Por qué tenemos que admitir esas "recomendaciones" de Amnistía de que España puede empezar a "contravenir las normas del derecho internacional que determinan que algunos crímenes son tan atroces que los Estados tienen la obligación de investigarlos y enjuiciarlos"? Ni caso. Presuntamente aquí lo importante es la "pasta". Pero no lo vamos a decir así, hay que ser más correctos. Por ejemplo: "La regulación vigente de la Justicia Universal está generando conflictos que afectan al interés general de los españoles". Así, así. Esto está mucho mejor, señor portavoz.
No vamos a permitir que nos quiten los rollitos de primavera porque al ex primer ministro del país que mejor los cocina lo acusen de genocidio y crímenes contra la humanidad. También es tontería ponernos a mal con las autoridades estadounidenses porque se equivocaran y presuntamente se cargaran a José Couso o tengan a unos individuos encerrados en el llamado limbo de Guantánamo; o aquel "invento" de Rigoberta Menchú sobre el genocidio de los maya; o la barbarie en Ruanda? ¿Qué necesidad tenemos de llevarnos mal y perder clientela?
Todo sea por la globalización de la injusticia. Mejor cantemos con frivolidad el estribillo de aquella canción de Patxi Andión "Una dos y tres?" pero sin entrar en oscuridades de la misma copla con versos sueltos como "se revenden conciencias y compramos la piel?", pues luego, pasados cuarenta años, son la pura realidad.
Yo me quedo con pensar que habrá muchos miembros votantes del partido mayoritario, o amigos suyos de otras ideologías, que ante la imagen de Amnistía Internacional que encabeza este artículo digan: "EN MI NOMBRE, NO; ¡QUÉ BERGOÑA!". Pues sí, la presente semana, en el nombre de la mayoría, España se declarará "incompetente" para salvarla.