El pasado fin de semana ?un grupo de 14 miembros de la Delegación Diocesana de Pastoral Universitaria de Salamanca- hemos participado en Ávila del "63 encuentro de universitarios católicos: EUC", que organizado por las Cruzadas de Santa María, cada año juntan por dos veces a un número muy significativo de estudiantes, profesores y personal que trabaja en la Universidad. Una buena experiencia de pastoral universitaria, con buenos conferenciantes (y por eso buenas conferencias), con trabajo de grupos, celebraciones y oraciones, mesas redondas, asambleas para compartir proyectos y trabajos apostólicos, comunicaciones variadas desde diversas perspectivas de las ciencias? Ah, el tema: muy sugerente y oportuno: "Del homo sapiens, al homo virtualis". Aunque entre uno y otro media mucho tiempo, sin embargo: pobre homo virtualis sino es sapiens. Y es que el hombre de ayer y el de hoy, son el mismo en lo esencial, aunque en vez de piel de oso, vista con traje de corbata y en vez de salir a cazar a las cuevas rupestres ahora lo hagamos a los centros comerciales o a golpe de ratón en el ordenador o el móvil de mi casa. Las diferencias no son pequeñas, ni insignificantes, pero el hecho cierto es que el hombre y la mujer de hoy, como los de todos los tiempos, sufre y goza; llora y ríe; nace y muere; sueña y se despierta; quiere amar y necesita ser amado?. Claro, que lo de virtualis no es un adjetivillo sin importancia: hay que concedérsela, porque todo ese mundo virtual (en el que podemos referirnos a la técnica, a la comunicación, a la manera de acercarnos al conocimiento? y a muchas más cosas) está ?en cierto sentido- trastocando o matizando mucho al ser humano. No sólo es el hombre el que produce la técnica. Ahora también hemos de plantearnos seriamente el asunto de que es la técnica la que crea al hombre, le crea y le recrea, le da un nuevo estatuto? Y en vaya jardín me he metido. ¿Y cómo salgo de él?
Bueno, en realidad lo que quiero compartir en esta columna de hoy, es algo que me sugirió escuchar la conferencia brillante de D. Aurelio Fernández, sacerdote asturiano, filósofo, moralista y desde luego, muy buen divulgador, que me recordó en muchas cosas al querido profesor D. Juan Luis Ruíz de la Peña, de feliz memoria para muchos estudiantes de la Pontificia y lector de sus muchos libros. Cualquier proyecto humano que se precie (del tipo que sea, ya sea tecnológico o político, ya sea educativo, sanitario, deportivo, o?) debe respetar los cuatro filtros de la antropología más elemental y necesaria y por tanto ?a modo de sota, caballo y rey- hemos de preguntar si pasa estos cuatro filtros:
el filtro del "logos" (es decir: ¿este proyecto ?sea el que sea- ayuda a pensar, potencia el pensamiento racional que es radicalmente humano),
el de "la sociabilidad" (por eso de que el ser humano es un ser social y todo lo que se le propone le ha de ayudar a crecer no sólo hacia dentro de sí, sino también en la solidaridad)
el ser humano es "ético", es decir en su entraña más profunda ha de preguntarse por los valores, por la bondad, por las consecuencias de sus actos.
Y el último filtro (aunque el orden no importa) sería preguntarse por la "trascendencia", por la apertura a la dimensión espiritual y a la búsqueda inherente del hombre con las realidades primeras y últimas a las que llamamos Dios.
Y ahora, querido lector, ponte delante de tu móvil, de tu whastapp, de tu página web preferida? piensa el uso que hace de todas esas hermosas herramientas informáticas y tecnológicas, y pregúntate si te ayudan a activar tu mundo racional, si te abre más y mejor al mundo y a la sociedad, si el uso de las mismas te compromete a ser mejor persona y si en esa inmensidad de posibilidades descubres a Dios y ?mucho más- un precioso campo abierto para hablar de él y compartir cosas de ese fascinante mundo de la religión.
Y si has podido leer este artículo (u otro cualquiera, o el periódico del día, o un diálogo con tu hijo o con tu esposo, o un buien rato de oración o paseo?) sin interrupciones del móvil o del ordenador, entonces, querido amigo, date por un sano homo virtualis.