Son muchos 20.000 bocadillos, muchísimos. Es decir, el jueves, día de la Operación Bocata, uno de cada siete salmantinos comió un bocadillo servido por Manos Unidas. Sorprendente y, sin duda, bien trabajado. Con eficacia, con higiene y hasta con pasión.
Y es bien poca cosa un bocadillo pero está atravesada de sentido y cargada de razón. Porque más de cien empresas hacen posible esta operación y no deja de ser admirable la colaboración de tantos en tan poca cosa; porque dos centenares de personas dedican la mañana, desde las seis de la madrugada, y parte de la tarde a este trabajo; porque en cada bocadillo comido hay un sentimiento, o una idea, o un recuerdo, o hasta un compromiso, que nunca se sabe del todo lo que hay detrás y debajo de lo que hacemos. Y en esto de los gestos el ser humano es capaz de meter cosas grandes en cosas pequeñas, que para eso inventó el símbolo y sus similares.
Y la casi interminable variedad de los comensales: desde los 400 de cualquier colegio de chicos o de grandes, con los padres acompañando en muchos casos, hasta los 150 trabajadores de una empresa de Informática; desde un cuartel hasta una facultad del Campus; desde los más de 1.000 Erasmus en la Usal (esto será dentro de una semana) hasta los salones parroquiales o las oficinas de cualquier empresa, delegación, banco o espacio autonómico o la plaza de Anaya o el Campus Unamuno o el patio de los Trinitarios. Son 20.000 anécdotas variadas y muy diversas pero que unas a otras se dan peso y categoría.
Y efectivamente envolviendo cada bocadillo hay una propuesta, que algún año hasta la han dado por escrito al entregarlo. Es un recuerdo respetuoso y dolido ante la gente, de cerca o de lejos, que vive en estrechez, angustia o miseria; es una mirada llena de respeto hacia los de lejos, borrosos y sin nombre, pero presentes por la fuerza del amor y de los hechos; es una sensación de quedarse a medio comer para sentir un poco alguna punzada de hambre y de carencia; es una mirada, muy breve y quizás fugaz, pero crítica hacia nuestro mundo de indiferencia y abundancia; es una forma humilde y hasta ambigua de mostrar desacuerdo y rechazo a formas de actuar y gobernar; es una vía, muy estrecha pero que funciona, para financiar algún proyecto más de desarrollo y progreso humano en algún país pobre del Sur. Y es lo que cada uno quiere que sea.
Todo esto y más va envolviendo cuidadosamente cada bocadillo. Todo esto y mucho más; o menos, claro, porque eso ya depende de cada uno.
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