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Querido espía
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Querido espía

Actualizado 15/02/2014

He cerrado -casi de un tirón, como indicaba en un artículo Juan Goytisolo- la lectura de 'Mapa dibujado por un espía'. El caso de Guillermo Cabrera Infante es para mí (y creo que para otras personas que conozco y otras que nada de ellas sé) una historia de perversión. Esta perversión es la misma harto reconocida en los tiempos que vivimos, por la realidad que nos corroe. Ya se sabe, cuando se quiere cambiar una cosa para dejarla peor, se pervierte. Comienza por el lenguaje, continúa por el correo basura y se acaba mirando a la pared, con el culo al aire. GCI sufrió la perversión de cierta izquierda española que desde la transición miraba y, lo que es peor, nos hacía mirar a Cuba con el dedo señalando al malo de la película, al infante difunto. Y así pasamos años, es verdad que sin enterarnos, (o sin querer enterarnos) asistiendo sumisos y creyentes en la cuba libre con en el cuba libre en offside.

Digo en offside, porque en ese fuera de juego veíamos a los que pensaban de otra manera muy de derechas por eso de pensar que en Cuba se violaba a los derechos humanos y el tintineo pasó años enteros llevando esta rémora en el tiempo. Lo siento. Sobre todo haber sido tan cobarde para no leer arduamente como ahora a quien me parece uno de los escritores con más talento, ingenioso, espléndido y sutil, comprometido con el ser humano como Guillermo Cabrera Infante. ¿Pero a quien espiaba? Siento ahora no decírselo entonces una tarde en 'El Escorial' bajo una botella de Jack. El crítico de cine, sabedor de Huston, Ford y Hawks como nadie, irresistible ante la comedia americana aparecía ante nosotros como un bunker y todo porque era moda codearse con Eisenstein aunque la ideología duró un verbo revolucionario. (Véase lo que vino después). En su mapa se refleja la novela de un autor y la biografía de una desolación, el abandono de una quimera y su depuración por la dictadura cubana. Lo cuenta con una grandeza humana tan esencial como la dignidad de su obra y que tan torpemente no supo uno ver hasta demasiado tarde. Sí, tarde, tarde como las cosas reinventadas bajo la perversión de quien quiere modelar a la gente bajo, cabe, contra algo, contra alguien. GCI desnuda en este mapa encontrado por su inolvidable Miriam Gómez años después de su muerte un absurdo perverso y una esperanza descarnada.

Por cierto, aparece Salamanca en la novela como lugar fugitivo para el espía, el mismo que ahora calma este frío a quien pasa de los cincuenta. Nunca es tarde, querido espía para reflejar el ojo en el agua aunque ahora nos tachen. Ya; de vuelta.

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