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Soy un negro de otro negro
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Soy un negro de otro negro

Actualizado 14/02/2014
Fructuoso Mangas

negro, gra (del lat. niger, nigri) 17.m. Persona que escribe un texto literario en nombre de otro que se adjudica la autoría. Si es así, no soy propiamente un negro, pero casi. Le digo. Escribo en nombre de Jelani Maa, que no puede hacerlo como al final se verá.

Nací en una aldea del sur de Mali cerca de la frontera con Niger; larga familia la mía venida a menos que nada por la miseria y la guerra: los islamistas de Alqmi (Al Qaeda Magreb Islámico) imponen el terror desde hace años. Tengo 23 años y mi familia reunió un millón y medio de francos CFA (2.000 euros) con la esperanza de que yo llegara a las costas de Europa; podía ser el comienzo de algo bueno para todos. Esto fue hace más de dos años y estoy aquí en un pinar de In Alla a las puertas de Melilla, esperando saltar la valla en Frahana, ya sin un euro, con hambre y con no sé cuántos kilos menos, pero con muchas ganas de que llegue el momento. Es la oportunidad de mi vida y de mi familia y estoy preparado.

Salí de mi aldea hace 27 meses, atravesé Mali hasta Mauritania en una travesía de hambre y de pura resistencia, sin tocar mis billetes de francos en tres bolsillos bien escondidos y bien cosidos.

Año y medio tardé en atravesar Mauritania. Sería incapaz, y además no quiero, recordar lo que sufrí por aquel desierto infestado de todo; durante meses pensé que no sería capaz de llegar a la frontera. Cada día fue una pesadilla, en mil formas, solo y perdido, con otros y vigilando para seguir vivo, pagando transportes falsos y a traición, con fiebre y asma, con la piel carcomida, con polvo de arena atascando el tragadero, los pies hinchados y agrietados, ladrones de noche y de día, las guerrillas exigiendo peaje, la cabeza hueca y perdida, días sin saber quién era y qué buscaba, al borde mismo de esa línea fina que separa la vida de la muerte, tuve suerte sobre todo si recuerdo a los cientos que vi morir por el camino. Y además estaba mi familia, sin saber de mí y quizás con el dolor de creerme muerto. Y sin quitarme Europa de la cabeza.

Los últimos cien kilómetros los hice tumbado durante tres días y tres noches entre cabras en un camión hasta Semara ya en Marruecos. Me costó caro, pero me salvó la vida. Me sentí de lujo comiendo y bebiendo lo mismo y lo poco que le daban a las cabras. Como sobreprecio le di al conductor algo inconfesable, pero eso es otra historia. Llegar a Melilla fue lo más fácil. Llevo cuatro meses aquí, me he repuesto; es duro sitio este pinar con dos mil como yo esperando y sobreviviendo de mala manera. Pero voy a ganar.

Jelani, en su nombre escribo, fue cazado al caer de la verja en Frahana hecho un ovillo roto y sangrando. Y tres meses después estaba de nuevo, deportado, en Bamako. Y vuelta a empezar. La ironía está en que en swuahili Jelani significa "el poderoso".

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