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Los nombres de las lenguas
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Los nombres de las lenguas

Actualizado 14/02/2014
Luis Miguel Santos Unamuno

Parece que andan las cosas un poquito revueltas allá por la zona del levante peninsular donde conviven varias lenguas. No se ponen de acuerdo sobre el nombre de la rosa. Los políticos han llamado en su ayuda a los lingüistas y las cosas se han complicado todavía más. Resulta que una llamada Acadèmia Valenciana de la Llengua ha cometido delito de leso nacionalismo y se ha atrevido a promulgar que el valenciano es una variedad del catalán. Cosas de filólogos. Los políticos han contraatacado. Que algunos de los protagonistas se apelliden Catalá (Consejera de Cultura) y Castellano (secretario general del PP valenciano que se apresuró a decir que hay que defender lo propio) lo hace todo mucho más divertido y llena de calambures y retruécanos las noticias de los periódicos. ¿Intervendrá Valenciano?

Ah, ¡la Lengua! Babel. Apta para unir y desunir. Me tocó vivir algo similar en mis años en Mallorca donde llegué en pleno desarrollo de la Ley de Normalización lingüística para trabajar en las escuelas infantiles. Ahí es nada. (Vaya por delante que la Inmersión es una interesante estrategia para educar niños con idiomas maternos minoritarios fuera de su país: chino, rumano, árabe, juntos todos en un aula). Pronto, con las enseñanzas del maestro Francesc de Borja Moll (a quien deberían revisitar esos aprendices de políticos) aprendí catalán digo mallorquín, Dios padre me perdone, veía la tele catalana y me entendía bien con mis colegas menorquines o con los que hablaban ibicenco. Había varias facciones y no era fácil orientarse: los independentistas mallorquines (PSM) que no baleares, los pancatalanistas que deseaban unos únicos Països catalans (ERC) y que eran mal vistos -se ponían bombas en los repetidores para que no llegara la señal de TV3-, los autonomistas? Y todo esto con mayoría absoluta del PP.

La batalla se perdió en cuanto se consideró bastardo, no propio, al castellano. Ya hace tiempo que se aceptó la aberración lingüística de tener que decir yirona(recuerdo lo difícil que me resultó aprender ese fonema que no existe en castellano). Parece mentira que quienes dominan varios idiomas intenten imponer uno vulnerando la lógica. No es por fardar pero cuando hablo en francés digo Parí y cuando lo hago en español París. Pero que conste que por aquí andamos en lo mismo una vez que el castellano como lengua se generalizó como español. ¿Un andaluz diría que habla castellano?

La guerra de las lenguas se libra también, me parece, en los canales de televisión. Así el gobierno catalán con su TV3 (que tengo la suerte o la desgracia de recibir en la tele por cable y que es una tele pública) lleva años ignorando la parte cultural y vivencial de Cataluña que se desarrolla en castellano reduciendo esta lengua a una presencia testimonial como si del idioma urdu se tratara y destacando así que hay un nosotros y un ellos. El gobierno de España, por su parte, a través de su televisión estatal, la 1, parece inmerso en una campaña de propaganda para recordarnos, casi subliminalmente, que Cataluña es España y la queremos tanto y vivimos en un único nosotros en el que casi nadie cree ya. Quizá ya deliro pero llevo un tiempo fijándome en los reportajes que ilustran las noticias de la tve y el porcentaje de las que se sitúan en Cataluña es sospechosamente abundante. Si se habla de rebajas de enero se visita un centro comercial donde detrás vemos carteles con Rebaixes, si se da noticia de una manifestación de colectivos sanitarios o educativos en las pancartas habrá lemas en catalán (quizá también porque están más unidos para salir a la calle). Si se dan noticias de desahucios se ambientan en levante, los comercios que se cierran por la crisis son los de Barcelona. Y así.

Hace tiempo, en un debate sobre el texto de Constitución de la República un diputado elaboró en las Cortes una enmienda sobre el idioma castellano: "Todo ciudadano español tendrá el derecho y el deber de conocerlo, sin que se le pueda imponer ni prohibir el uso de ningún otro". Parecía fácil aceptar algo así. Era septiembre de 1931. Incorporó a su discurso fragmentos en gallego, valenciano y vasco. Fue un tal Miguel de Unamuno no muy buen visto por los nacionalistas.

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