En clave de humor, me contaron hace tiempo algunas anécdotas del delantero centro Evaristo, futbolista de equipos modestos salmantinos, prototipo de jugador acometedor, voluntarioso y rebelde con causa? Una vez, el balón botaba en el área de meta contraria, sin dueño, y Evaristo fue a rematar en plancha, con todo? En aquel barullo de hombres que rodeaban el balón debió cerrar los ojos y el delantero pasó por la vertical del bote? mientras que el balón permanecía allí, vivo, incrédulo, esperando a que alguien se apoderara de él. Quien entró en la portería contraria fue Evaristo, como un obús humano, impulsado hasta las redes enemigas como si de un enorme pescado se tratase?
Me aseguraron que Evaristo tenía mucha más moral que los jugadores del Alcoyano, aquellos que pedían una prórroga cuando perdían por siete goles a cero. Aquel delantero siempre acudía a los remates con voluntad de hierro, acometía en boca de gol una y otra vez. Hay un dicho muy clásico entre aficionados del fútbol salmantino: "Tienes más fe que Evaristo, que tiraba los córneres y corría a rematarlos". Seguramente muchos "Evaristos" pueden estar esforzándose en la actualidad por ser alguien en el fútbol?
"Un niño solitario estará también haciendo "jueguitos" con un balón, con una naranja, con una pelota de trapo? Ajeno a miradas extrañas? un niño golpeando un balón en soledad se divierte, pero también se esconde, juega, pero también se evade. ¿Juega al escondite en lugar de al fútbol?? ¡Cuántas desdichadas lágrimas transpira un balón?!", escribía Pablo Nacach en "Fútbol. La vida en domingo". Por supuesto, no todos los futbolistas pueden ser maravillosos, ni falta que hace. Pero debiera prevalecer el espíritu de Evaristo en cualquier desempeño, es obligatorio poner toda la carne en el asador. Y, probablemente, con la práctica continuada y la constancia similar a la desplegada por Evaristo, acabarán saliendo futbolistas del máximo nivel? Eso sí, con mayor precisión en los remates finales.